Diario de León
León

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EL DOCUMENTAL  El  hombre del aire , emitido por la Cuatro, nos ha desvelado la hasta ahora desconocida identidad de quien se arrojó desde una de las Torres Gemelas, y cuya fotografía dio la vuelta al mundo. La publicación produjo un rechazo generalizado, y no sólo por mostrar a un suicida segundos antes de morir. ¿Cuál era la diferencia de esta imagen con otras del atentado,  por qué contemplarla hirió de una forma tan profunda y distinta? Quizá, por su misteriosa belleza. Nos cuesta aceptar que un instante tan trágico pueda ser a la vez visualmente hermoso. El director de uno de los periódicos estadounidenses que la reprodujo contaba que ante el dolor manifestado por los lectores no la han vuelto a publicar. Aquel día la editaron  en un gran formato vertical que potenciaba el minimalista equilibrio geométrico de las ventanas, y allí, navegando en el vacío, un cuerpo apenas identificable,  que parecía caer sin resistencia, como un mártir asumiendo la muerte. Sí, había belleza en su vuelo imposible, pero el corazón no puede convertirlo todo en objeto estético. ¿Se puede  fotografiar el sufrimiento sin banalizarlo? Contestarlo excede la extensión de esta columna, pues nos  llevaría a los túneles de las preguntas sin una única respuesta. Pese a ese los reparos, que no pueden ser desdeñados, es una gran fotografía, honrada y necesaria. Bella y trágica. Nos recuerda que el terrorismo nunca logra   despojar a las víctima de su dignidad. Pero el lugar ideal para esta imagen   no debería ser un museo de arte contemporáneo, como es lo más previsible, sino una sencilla capi- lla, donde todo visitante, sea cuál sea su credo, pueda  recibir cobijo contra la tormenta.

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