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FEDERICO ABASCAL
León

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SIN TIEMPO para acomodar con su colega alemán el tema de la opa de E.On sobre Endesa en la cumbre bilateral celebrada ayer junto al lago Constanza, el nuevo ministro español de Industria, Joan Clos, llegó a Meersburg convencido de que ese asunto ha dejado de influir en las relaciones entre los gobiernos de España y Alemania. No era intuición; era lógica pura. En el pulso entre los dos gobiernos, el de Berlín tenía las de ganar, porque entre E.On y la cancillería existe identidad de intereses, mientras que entre La Moncloa y Endesa hay, por parte de la eléctrica, una oposición frontal. Endesa cuenta, además, con el apoyo del complejo político y mediático del PP. Pizarro, mandatario de la eléctrica doblemente opada -por E.On y Gas Natural-, fue una pieza elegida por Aznar en su estrategia de privatizaciones. En Génova 13, de la fidelidad de Pizarro no duda nadie. Angela Merkel y Zapatero iniciaron ayer lo que podría calificarse de luna de miel. Prioridad esencial en la política exterior de España es la relación estrecha con Alemania, una constante desde nuestra transición política, nuestra llamada a las puertas del Mercado Común, ahora UE, y la lluvia de fondos europeos que han reinventado nuestras infraestructuras viarias. Zapatero agradeció a Merkel esa línea alemana tan a favor nuestro, pero en su gratitud por la hospitalidad ofrecida, exageró más bien como un huésped provinciano. Sea dicho lo cual en reconocimiento a la personalidad nada presuntuosa de ZP y a la sencillez con que se comporta en cada situación. Faltan tres meses y medio para que Alemania ocupe la presidencia semestral de la UE, y sobre ese semestre, y lo que durante él puede hacerse para ganar el tiempo últimamente perdido en el terreno institucional/constitucional, hablaron ZP y Merkel en un mismo idioma, el del europeísmo. Se ha dicho por alguien cercano a La Moncloa que España podría estrechar y fortalecer más sus relaciones con Alemania aprovechando el debilitamiento supuesto del eje francoalemán. Y es posible que ese eje muestra ahora la debilidad que aqueja al sistema institucional francés, a las puertas de unas elecciones que lo tonifiquen y reconstituyan, pero sin que nadie olvide que en ninguna circunstancia que puede darse en Europa, la relación entre Alemania y Francia va a dejar de influir en la UE y de ser su más decisiva fuerza motriz. Pueden enfadarse y distanciarse los gobiernos de París y Berlín, pero la UE nunca dejará de apoyarse realmente en ambos, aunque fugazmente a alguien se le ocurriera improvisar un eje Londres-Roma-Madrid. Del lago Constanza ha salido el enderezamiento de las relaciones hispanoalemanas, en las que ha llegado a notarse negativamente la irrupción de mandatarios imprevistos en cada una de las dos capitales.

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