Diario de León
Publicado por
CÉSAR CASAL GONZÁLEZ
León

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DE VUELTA AL COLE, al fin. Ahora castigas a un hijo y te miran como si fueses un terrorista. Está de moda dejarles hacer a las criaturas lo que les dé la gana y así nos va. Lo ves en los parques, en los cafés, donde es frecuente presenciar cómo un niño casi pisa las cabezas a los clientes de otra mesa y los padres zanjan la cuestión con el clásico «es tan inquieto, no hay quién lo pare». Lo para un poco de educación. La educación consiste en fijar límites para hacer el mundo habitable. La libertad de uno termina cuando pisas al otro. Y los niños tienen que aprender esa máxima, por muy simpáticos que sean. Lo peor es que, cuando riñes a tus hijos, más de uno tercia y se mete dónde no le llaman para decretar clemencia. Por supuesto, nadie habla de palizas. Hablo de sentido común. Ahora están de moda los castigos por ratos. Un rato de castigo, le dicen. Lo he visto. Se trata de que castigas a un niño sin dibujos para tratar de corregir el rumbo y, en seguida, aparece alguien que dice «pobrecito, ya estuvo un rato sin poder ver la tele» y le levanta el castigo. Otra fórmula muy extendida es la de los regalos sin parar. Hay tan pocos niños que, cuando tu hijo acabó con tu paciencia, aparece un familiar, amigo o vecino y, de premio, le trae un regalo al niño. O sea que todo el trabajo de firmeza se cae como un flan. Otra vez, el chaval a su bola. Ni se te ocurra decirle al familiar, amigo o vecino que el niño acaba de portarse fatal. Le darán el regalo y te dirán que eres un mal padre. Mi padre nos gobernó con mano firme. De niño lo llevé fatal. De mayor, no me he cansado de darle las gracias. Frenar a los chavales que se pasan es una inversión de futuro. Y no olviden que, con los castigos, tras el niño, sus padres son los que más sufren.

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