La técnica del asedio

¿PARA QUÉ ha servido la Conferencia Política del PSOE? Parece que la respuesta sólo la saben los dirigentes del partido contrario: Rajoy y Acebes. Ambos están convencidos de que Zapatero y Blanco montaron esa asamblea con una finalidad: zurrarle la badana a ellos y a todo el Partido Popular. Si es así, los socialistas lo han conseguido: el PP recibió más golpes verbales en un fin de semana que en toda la legislatura. Puesto a arrinconarlo , Zapatero tuvo la amabilidad de situarlo en la extrema derecha. Hubo momentos en que parecía un mitin de campaña electoral, y a lo mejor lo era: al fin y al cabo, faltan 42 días para abrir urnas en Cataluña. Técnicamente, estamos ya en precampaña. El PSOE quiso hacer una reunión de afirmación ideológica. Convocó a tres mil personas para calentar a las bases, por miedo a que decaigan y se desmoralicen ante las dificultades presentes y futuras del gobierno. Dio un papel protagonista a quienes más se juegan en las elecciones locales y autonómicas. Se presentó como fuerza creciente y que tiene por delante el mejor futuro, para atraer voluntades y evitar deserciones. Se trató, por tanto, de una puesta en escena para mantener la moral. Todo ello, complementado por una estética moderna, con una apuesta por la renovación tecnológica, en la idea de que saben cambiar al mismo ritmo que el país. ¿Y qué pinta en esa liturgia el asedio a la derecha? No nos sorprendamos: es una constante. Ejecutan con garbo y descaro ese papel tan criticado de «oposición de la oposición». Por si es verdad que desgasta más estar fuera del poder que dentro, machacan al Partido Popular con denuedo, lo hacen responsable de los problemas actuales y siguen acusándolo de una mala herencia. A sus líderes los presentan como inevitables sinónimos de derrota en el pasado y en el futuro. Eso enrarece las relaciones políticas, pero aglutina mucho a la militancia. Seguro que las bases están hoy más felices que hace tres días. ¿Cuáles son los riesgos de esa técnica? Básicamente dos. Uno, que cierra puentes para posibles acuerdos en los graves temas que tiene planteados este país. Otro, en los excesos: situar en la extrema derecha a quienes van a gobernar tarde o temprano es situar a parte de la sociedad en el radicalismo. Y no sólo eso: si quien cree y sigue a Zapatero está convencido de que, efectivamente, el PP es el extremismo, terminará por despreciar y condenar sus criterios. Todo ello sin contar que los argumentos usados por el presidente para dibujar esa ubicación se podrían usar para situar al PSOE en la extrema izquierda y hasta fuera del sistema. Por ejemplo, lo que dijo sobre la revisión de la historia. ¿O hace falta recordar quién está revisando más?