DESDE LA CORTE
Baja número cuatro
«LO INTENTÉ convencer, esfuerzo en vano». Con estas palabras confiesa Pepe Blanco su desazón por la renuncia de Rodríguez Ibarra a volver a presentarse a las elecciones. Es, probablemente, la peor noticia que ayer pudo recibir un responsable del Partido Socialista. Hace menos de una semana, el mismo Pepe Blanco mostraba su seguridad de que Juan Carlos sería candidato. Y lo dijo con alegría, porque el presidente extremeño representaba la seguridad del triunfo. Su cuarto de siglo en el poder no lo ha gastado. Siempre ganó por mayoría absoluta. Su retirada le abre al PSOE un boquete y le obliga a fabricar un líder. Por primera vez esa región adicta se convierte en un problema. Si hay que apuntarse en la lista de personas que sienten esa retirada, yo me pongo de primero. Porque Rodríguez Ibarra no es lo que parece. Descubrí su atractivo dialéctico hace años, en una anécdota menor. Fue cuando el programa «Protagonistas» lo proclamó «Tarugo»; es decir, el más tonto de la temporada. Lejos de acomplejarse, Ibarra se presentó a recoger el galardón y dijo en su discurso algo parecido a esto: «cuando se concede un premio de poesía, lo fallan excelsos poetas; cuando se premia un ar tículo, lo deciden egregios periodistas. Es de suponer que a los tarugos l os reconocen tarugos más consolida do s». La cita no es te xtual, pero la conservo así en la memoria. Retrata a un hombre sobre el que resbalaban críticas y ataques. Tiene una idea del socialismo y la practica, aunque cause problemas a sus mandos. Pertenece a la escuela de los principios, y los mantiene. Fue fiel a sus convicciones cuando el PSOE era agitado por la renovación, por los nacionalismos, o por el vértigo de la negociación con ETA. Leal a las ideas, insumiso a las personas: ése podría ser el epitafio a su trayectoria política. Pero no hay sólo sentimientos en su retirada. Estamos asistiendo al relevo de una generación de políticos que comenzó con Francisco Vázquez, siguió por José Bono, pasó por Pasqual Maragall y desemboca en Rodríguez Ibarra. El socialismo español está cambiando de rostro y de piel. Toca retirada de los grandes protagonistas de una etapa. Aunque no hay una razón común, porque oscilan entre el desamor y la cardiopatía, la nueva situación ofrece tres perfiles de consecuencias todavía imprevisibles. Primera: los socialistas se enfrentan a unas elecciones donde cambian cuatro de sus líderes históricos. Segunda: Zapatero se queda sin críticos internos, lo que agranda su poder y acentúa su libertad de movimientos. Y tercera y más importante: obviamente no incluyo a Maragall, pero España se ha quedado en sólo unos meses sin las voces de izquierda que defendían una determinada idea de la nación .