Diario de León

LA PENÍNSULA

En Budapest y en Bangkok

Publicado por
EDUARDO CHAMORRO
León

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LO NUNCA visto sigue sin verse, pero lo nunca oído ya se va oyendo. Por si algo hiciera falta para la confección de una idea cabal de la sinvergonzonería contemporánea, ahí está el discurso del primer ministro húngaro ante sus cómplices y secuaces comentando los alcances de la mentira, de sus mentiras, como forma de gobierno, de su forma de gobierno, y mecanismo para ganar elecciones con el embuste por delante. Mentir durante semanas o meses es, a estas alturas, y prácticamente, un modo de gestión o una herramienta para sacar la pata de donde se haya metido, o para mantener el tipo bajo el aguacero. Pero mentir durante cuatro años es toda una concepción del mundo, la de este hombre tan desenvuelto como millonario, tan millonario como multimedia, porque ya es hacer florituras con la desvergüenza recurrir a la página web propia para colgar en ella el testimonio de lo desfachatado que es uno. Es bien cierto que todos los políticos tienen algo, o no poco, de exhibicionistas, al igual que una cierta tendencia a resultar, en cierto modo, originales. Y en ambos casos riza este individuo el rizo, pues nada más original que adornar biografía y currículo con las pruebas fehacientes de la infamia. Eso en cuanto se refiere a la palabra oída, a lo escuchado de este hombre que de palabra ya no tiene ninguna. Por lo demás, lo nunca visto permanece en sus cabales, pues nunca se vio a un gobernante que se refiriera a su gestión como la propia de un delincuente para, a continuación, tirar la toalla y dimitir, gesto que en ocasiones como ésta no sería sino el último y desalentado aspaviento de una decencia residual -por así decir-. Pero este delincuente -prácticamente habitual al cabo de cuatro años sin dejar de delinquir- no está dispuesto ni siquiera a ese residuo escénico. Tampoco acaban ahí sus planes para la impostura. Porque ante las manifestaciones y protestas de quienes comienzan a pensar en sacarle de la poltrona mediante los zurriagazos y soplamocos de la revuelta social, el encartado no se propone otra cosa que «restablecer el orden por todos los medios». Esto es, que va a apalear, simplemente, en la calle, o a meter, más complicadamente, en la cárcel, a todo aquel que lleve la manifestación de su ira a un punto que altere la siesta del encartado. ¡Manda huevos el felón! Y como las sorpresas siempre guardan un margen para lo incomprensible, puesto el sorprendente reconocimiento de la fraudulenta gestión de este sujeto en el espejo de la izquierda europea, lo incomprensible surge cuando el Partido de los Socialistas Europeos respalda precisamente esa gestión que, en palabras del gestor, consiste en que «la hemos jodido, no un poco, sino mucho. Ningún país de Europa la ha jodido tanto como nosotros (...) Hemos mentido por la mañana, por la tarde y por la noche». Al otro lado del mundo, en la a veces suave Tailandia, otro primer ministro, millonario también, ha conseguido sacar al personal de sus casillas y a los militares de sus cuarteles gracias a su habilidad para llevárselo crudo. Su colega húngaro miente. Éste roba. Aquél sigue en la poltrona porque así lo ha decidido. El tailandés andaba en la Asamblea General de Naciones Unidas, y puede que tenga que buscar apartamento en Nueva York Aquél sabe lo que sabía Franco: no hay que viajar.

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