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León

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DICE Chávez que Bush dejó olor a azufre a su paso por la ONU. Desde luego, el mandatario estadounidense exhala el hedor de quien ha mentido para declarar una guerra, pero también cabe preguntarse a qué huele el histrionismo provocador del presidente venezolano, con su cesarismo de pacotilla... En política, los malos olores dan para escribir un voluminoso tratado de anti cosmética. Apestan la envidia, el odio, la traición, la injuria,... ¿Hay hedor más insoportable que el de una conciencia en proceso de descomposición? Las grabaciones de los políticos corruptos de Marbella demuestran que hay personas cloaca. También la crueldad gratuita deja un pestilente efluvio: un programa del corazón, para referirse al cáncer que padece Loyola del Palacio hablaba de «maldición familiar», dado que también lo ha padecido su hermana. Y apestan las declaraciones de quienes salen en defensa de la libertad de expresión de Pepe Rubianes, pero luego consideran que es un error que Ratzinger exprese las suyas. Y contamina el aire esas hediondas maquinaciones para enlodar prestigios mediante el rumor calumnioso. Algo huele a podrido en Dinamarca, se dice en Hamlet . En cambio, qué majestad la expresada por el Defensor del Pueblo, Enrique Mújica, en su noble ejercicio del derecho a discrepar sobre la constitucionalidad del Estatuto de Cataluña. En política, como en la vida, hiede quien camina con la ciénaga a cuestas. Pero lo sucio no es un mal consustancial a la política; más bien, se trata de un estilo, en definitiva: de una elección personal. En todos los partidos, hay quienes cocinan estrategias pestilentes. También, quienes renuncian al siniestro potaje..

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