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FERNANDO DE ARVIZU
León

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LA VERDAD, no me creo nada del supuesto enfado del socialista Francisco Fernández con el incumplimiento de los compromisos asumidos en su día para con León. Parece una puesta en escena para valorizar su candidatura, haciéndole asumir el papel de reivindicativo para atraerse el voto leonesista y dejar sin votos a la UPL. Vamos a analizarlo con detalle. Para empezar, los socialistas no suelen distinguir entre intereses generales e intereses de partido: para ellos, éstos coinciden con los generales y si no es así, pues como si coincidieran, porque dan a las estrategias de su partido un valor total, lo que es puro resabio ochocentista, aunque ésa es otra historia. Lo cierto es que hay un palmario incumplimiento con León, lo cual ha generado un sentimiento de frustración social con los socialistas en la provincia, que se han puesto nerviosos ante la perspectiva de perder nuevamente en León, capital y resto. Fernández se ha despegado de sus compañeros de partido -Alejo, Villalba, Miguel Martínez- que dicen que el cumplimiento con León está siendo más que satisfactorio. A él le preocupa, ante todo, hacer un buen papel en las elecciones municipales y ha asumido -en un primer momento en solitario- el papel de reivindicador. Lo lamentable de esta forma de hacer las cosas es que se está volviendo a identificar política con vasallaje, a que lo que venga para León no venga porque se le debe, sino porque Zapatero es de León y tiene que atender a su tierra, lo cual resulta limosnero, caciquil y de lo más antiguo. Lo que tenga que venir será porque León tiene derecho a ello. Cuando gobernaba el PP en España vinieron a León infraestructuras de las que nadie dijo que eran prebendas o limosnas, sino deber del gobierno. Ahora, en el nivel nacional, se ha instalado el tercermundismo político: al contrario de lo que hacen la Junta o la Diputación, del gobierno las cosas vienen o no en razón de las simpatías o antipatías con el alcalde de turno ¿Alguien cree que exagero?, pues que mire a San Andrés, vestido de grana y oro y que mire a León, del que, sin ir más lejos, el gobierno acaba de desentenderse de sus compromisos con el Palacio de Congresos. Al alcalde de León, como está en otra formación, se le ningunea institucionalmente, llevando a la práctica el viejo refrán: «al contrario, ni agua». Eso los socialistas lo bordan. La historieta del enfado no es más que teatro al servicio de una estrategia: Fernández se planta frente a su gobierno -hasta que Zapatero dice que ya le dará... si es alcalde- para pregonar que Amilivia tiene los objetivos empantanados y de paso, dejar sin votos al leonesismo y a la UPL. Esta estrategia parece brillante sobre el papel aunque la trama se vé de lejos; si triunfa, haría que Fernández reclamase todas las bondades que se derivan de la sintonía con el gobierno y de que éste tenga el Boletín Oficial a su disposición, con nueva lluvia de proyectos para León de las municipales a las generales. Sería una reedición del «hacer como que hacemos» del 2004, porque no daría tiempo a más. Pasadas las generales y aunque ganen, ya vendría el tío Paco con la rebaja, castiza expresión que nada tiene que ver con el señor Fernández.

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