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Publicado por
ALFONSO DE LA VEGA
León

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EL IDOMENEO de Mozart cuya acción se desarrolla en la patria chica de El Greco en época mitológica fue estrenado en Munich la tarde del 29 de enero de 1781. Es decir, cinco años del ingreso del escritor salzburgués en la Masonería austriaca. Por entonces, a juzgar por la obra, la visión mozartiana acerca de los dioses y de los sacerdotes no era demasiado buena. Aún no ha creado el Sarastro de La Flauta mágica . Neptuno es colérico y exige sacrificios de sangre. Sin embargo, cuando el sacrificio va a ser consumado en su templo, Neptuno se conforma con la abdicación de Idomeneo en su hijo, quien se casa con su amada, una especie de Aida troyana. Si ahora está de actualidad el Idomeneo, se debe a otros factores. En efecto, la Deustsche Oper ha retirado por temor al Islam la programación de una versión debida a Hans Neunfels, quien ni corto ni perezoso se había atrevido a cambiar a su manera el final y el sentido de la ópera mozartiana. En su final alterado el rey de Creta aparece manchado de sangre con un saco en el que lleva las cabezas cortadas de Neptuno, Jesús, Buda y Mahoma. El que se retire una obra por amenazas de algún clero, déspota, plutócrata o fanatismo vario no es nada bueno pero refleja los males reales de nuestra época con tan bonitos ideales como el de la libertad de expresión y ninguna voluntad de defenderlos. Sin embargo, es el fantasma de Mozart como el del padre de Hamlet el que debería aparecer exigiendo justicia por los destrozos causados a su obra. Que el tal Neunfels escriba lo que le parezca o haga un aria de rebuznos de coloratura es cosa suya y de quien vaya a verlo. Pero a Mozart, como a cualquier otro insigne artista hay que respetarlo no violando o adulterando su obra. Se espera la llegada del Comendador para arrastrar a los burladores Neunfels al averno de donde nunca deberían haber salido.