DESDE LA CORTE
Una cuestión de honor
ESTE MARTES acudí a la Universidad de León. Una señora que me imaginaba atado a una silla en Madrid me paró en la calle: «¿qué hace usted por aquí?». Se lo conté. Quise asistir a un acto que no sé si definir como solemne, entrañable o emocionante: investían Doctor Honoris Causa a Santiago Rey. Solemne, porque la Universidad mantiene sus ritos. Entrañable, por la persona que recibía ese reconocimiento, y porque no es frecuente ver esta alianza entre prensa y universidad. Y emocionante, porque cuando Santiago Rey escribe y dice un discurso, es un estallido de libertad y exigencia de autonomía profesional. Creo que acudo a escucharle siempre que puedo para tomarle el pulso a la libertad en ese país. Y no a la libertad de hablar: a la libertad de moverse, casi defenderse en medio de competencias ilícitas y cercos políticos y económicos. Santiago Rey es un editor a quien llaman los poderosos a protestar por un artículo o una información. Él escucha, atiende las razones y, como respuesta, ordena que se investigue más. Y, si se obtienen nuevos datos, los publica. Eso es lo que nos permite a quienes escribimos en sus periódicos sentirnos libres. Es lo que permite a sus redacciones buscar la verdad sin paliativos. Y es, cuando habla, la autoridad m oral de una ejecutoria. En León he visto la importancia de un periódico local. He oído cómo una Universidad agradece su existencia. Y he escuchado cómo esa fuente de sabiduría que es la Universidad necesita un diario que le conecte con la sociedad. Ésa es la grandeza de la prensa, que puede hacer de su provincia, su región o su nación un inmenso claustro universitario. El abrazo que coronaba la investidura del nuevo doctor representaba la fusión de la sabiduría y su altavoz. Y habló Santiago Rey. Sonó en el paraninfo la palabra independencia. Sonó la protesta contra los poderes públicos que practican el apagón informativo o intervienen los mercados. Y sonó la voz que reclama libertad de empresa, final del marasmo legislativo, seguridad jurídica, unidad de mercado y un marco de competencia libre. Todo eso falla en este país. No es una anécdota. Son las bases para que se pueda hablar de información plenamente libre. Sobra un intervencionismo que no existe en ningún otro sector; ni siquiera en los considerados «estratégicos». ¿Llegará a alguien ese clamor? Lo dudo. Lo silenciarán los beneficiados de este gobierno y los que esperan el mismo beneficio del gobierno siguiente. Y si, entre tantos silencios, los demás editores y los profesionales aceptamos las actitudes, presiones y comportamientos públicos que denuncia Santiago Rey, tendremos un nuevo enfermo que atender, la independencia, y una víctima segura: la liberta d.