Diario de León

TRIBUNA

Nosotras elevamos la voz

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ASOCIACIÓN DE MUJERES CLARA CAMPOAMOR
León

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HOY hace 75 años que la diputada Clara Campoamor consiguió el reconocimiento del derecho al voto para todas las mujeres españolas. En la mayoría de los países europeos las mujeres se habían organizado en movimientos feministas y sufragistas que habían ido consiguiendo objetivos importantes. Situación que no se da en España, un país en el que más del 70% de la población vive en núcleos pequeños, dedicada a la agricultura y en el que la iglesia católica ejerce una gran influencia, imponiendo formas de vida, siendo las mujeres las que sufren este retraso en mayor medida. Menos del 10% estaban censadas como trabajadoras, ocupando trabajos relacionados con su papel tradicional: maestras, enfermeras, trabajadoras del servicio doméstico, tejedoras, trabajadoras del campo, etcetera. Se veían obligadas a emigrar a la ciudad dónde generalmente se ocupaban al servicio de las mujeres burguesas, trabajo que, también, carecía de derechos laborales. En este contexto las incipientes organizaciones de mujeres habían centrado su lucha en el derecho al trabajo remunerado, en la humanización de las condiciones de trabajo (Ley de la Silla en 1912), y en el derecho a la educación. A partir de los años 20 el feminismo español comenzó a incluir reivindicaciones políticas: María Espinosa, Benita Asas Monterota, Clara Campoamor o Carmen de Burgos planteaban abiertamente la demanda del sufragio femenino. En las elecciones de 1931 tres mujeres resultaron elegidas: Clara Campoamor (Partido Radical) y Victoria Kent (Partido Radical Socialista) y Margarita Nelken (PSOE) En la Comisión Constitucional Clara Campoamor (fue la única mujer de las 21 personas que la compusieron) peleó eficazmente por establecer la no discriminación por razón de sexo, la igualdad legal de hijos/as habidos dentro y fuera del matrimonio, el divorcio y el sufragio universal. Todo lo consiguió excepto el voto femenino, que tuvo que debatirse en el Parlamento. Sectores de la izquierda, pensaban que no era el momento, por considerar que las mujeres estaban muy influidas por la iglesia, carecían de acceso a la educación y estaban sometidas al sistema patriarcal. Sectores de la derecha esgrimían que otorgarles el voto podría originar conflictos familiares en el caso de que las mujeres decidieran su opción de voto separándose del criterio masculino de la familia. Clara Campoamor mantuvo el principio teórico de la igualdad como ella misma dice en su libro Mi pecado mortal: el voto femenino y yo como «una de las primeras necesidades del Régimen, que si aspiraba a variar la faz de España no podría lograrlo sin destruir el divorcio ideológico que el desprecio del hombre hacia la mujer, en cuanto no fueran íntimos esparcimientos o necesidades caseras, imprimía a las relaciones de los sexos». Llevó el peso de los debates casi en solitario, con la oposición de su propio partido, el Radical, y de la mayor parte de los republicanos. Después de largos debates, Clara Campoamor consiguió el voto para las mujeres el 1 de octubre en el seno de la Comisión y más tarde y definitivamente el día 9 de diciembre en el Parlamento por cuatro votos de diferencia: 131 a favor y 127 en contra. En la última y definitiva votación votaron a favor el Partido Socialista, pequeños núcleos republicanos (catalanes, progresistas, galleguistas y al servicio de la República), con la retirada de las derechas sin sus votos. Aprobada la Constitución se inició la actividad legislativa. Se aprobó la ley del Matrimonio Civil y la del divorcio -1932 - (En ese momento la más avanzada de Europa porque consideraba el mutuo acuerdo y el derecho a la patria potestad para la mujer), la jornada laboral de 8 horas, regulación del trabajo nocturno, ley del descanso dominical (excepto para el servicio doméstico: todas las mujeres) En las elecciones de 1933 la CEDA (coalición de partidos de derechas) ganó las elecciones. Toda la izquierda culpó a Clara Campoamor de su derrota cuando, curiosamente, el número de votos de la izquierda superó a los obtenidos por la derecha, es decir que el voto de las mujeres no fue el culpable, sino la profusión de partidos de izquierdas que dividieron el voto. En 1934 abandona el Partido Radical por su subordinación a la Ceda y los excesos en la represión de la revolución de Asturias. No entró en las listas del Frente Popular que ganó las elecciones por una mayoría más amplia que la de la derecha en las anteriores y, evidentemente, con el voto femenino. Nadie le pidió disculpas y tuvo que renunciar a su vocación de actividad política parlamentaria. Estos hechos los contaría ella más tarde en su libro: «Mi pecado mortal: el voto femenino y yo», en el que relata los hechos ocurridos en torno al voto femenino y las consecuencia que para ella tuvo el haber conseguido vencer la resistencia de quienes no creyeron nunca en la igualdad de derechos . En sus páginas se lamenta del olvido al que fue sometida sobre todo por sus compañeros: « lo que no espero que ocurra es que se eleve una voz, una sola, de ese campo de la izquierda, de quien hube de sufrirlo todo, por ser el único que ideológicamente me interesa, y al que aún aislada sirvo; una sola persona que, por estímulos de ética, de mínima reparación, clame y confiese la verdad y proclame al menos que no fui la equivocada yo, sobre quien se han acumulado las pasiones y la injusticia. No lo lamento, pero no quiero silenciarlo» La historia no ha hecho justicia con una mujer, única redactora de una Constitución, y defensora en solitario del sufragio universal, el mayor logro conseguido para la democracia. La Asociación de Mujeres Clara Campoamor de León, 75 años después, quiere prestarle la voz para divulgar y resaltar su intensa labor en defensa de las mujeres desde una posición política de izquierdas y feminista, que no se dejó doblegar por nadie. Nosotras elevamos la voz y proclamamos que no fuiste tú la equivocada.

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