Activos

DIEZ AÑOS. Cerca de mil cuatrocientas funciones. Cuatrocientos mil espectadores. Son buenas cifras para colocar en las notas de prensa del aniversario del Bergidum. Pero tengo algunas dudas. En qué parte del activo contabilizar el ruido de lluvia a que suena el aplauso de los niños o aquella noche invernal en la que los espectadores llenaron la sala para ver morir a Cyrano. Qué partida puede acoger el silencio con el que arrancó el monólogo de Enma Silva en «Historia natural» de Matarile o a Julio Chávez vocalizando por los pasillos con un corcho en la boca poco antes de dar la réplica a Federico Luppi en escena. Cómo incluir en el balance la mirada triste de Paco el de La Zaranda, mi estremecido temblor ante las Coplas por la muerte de Corsario o el bendito murmullo de los que susurraban las canciones de Moustaki desde la butaca. Cómo reflejar en el informe aquella vez que actuó Pepe Rubianes y no pasó nada, salvo que De la Mata se quedó a ver la función entera, o el día en que vinieron todos los caboverdianos vistiendo sus mejores galas a tirarle flores a su princesa de los pies descalzos. En qué apartado poner la sonrisa amable de la viuda de Buero Vallejo, a Carmela Nieto riñendo al Brujo porque no cosía bien o aquel largo café con Fernando Delgado o con Margarita Lozano. ¿Acaso alguien sabe en qué libro se asienta el apunte de Norma Aleandro o Pepe Sacristán, capaces de emocionar recitando la guía telefónica? Las lágrimas, las risas, los éxitos, los fracasos, el sueño, los viajes, las broncas, los errores... La gente que trabaja detrás y nunca recibe el aplauso. La luz que lleva dos mil quinientos años encendida... ¿Cómo explicar en unas líneas el verdadero activo del teatro?