LA VELETA
¡Basta!
DESDE LA MISMA noche electoral del 14-M, los dirigentes del Partido Popular y sus portavoces mediáticos, en una actitud que no tiene precedentes en nuestra democracia, se ha dedicado a cuestionar el resultado electoral con el fin de salvar su maltrecha credibilidad. Trascurridos casi tres años desde las eleccione generales que llevaron a Zapatero al poder, el Partido Popular, incapaz de asumir las verdaderas causas que le condujeron a la derrota y huérfano de un proyecto alternativo, ha dado un paso más hacia el precipicio y ha decidido poner bajo sospecha al conjunto de las instituciones democráticas.No sé si tan disparatada decisión se debe a su frustración política o a su tradición histórica, pero lo cierto es que nadie antes, ni siquiera los movimientos antisistema ni los independentistas, había llegado tan lejos como el PP en su intento de deslegitimar el Estado democrático en España. Porque no otro objetivo persigue el partido conservador con su demencial campaña destinada a desprestigiar a cuantas personas e instituciones se niegan a compartir su delirante versión de los hechos ocurridos en España entre el 11 y el 14 de marzo de 2004. Cuando todas las instituciones del Estado-Gobierno, Parlamento, judicatura, fiscalía, policía, Guardia Civil, CNI¿ -han sido puestas en entredicho; cuando a dichas instituciones se les imputa nada menos que la participación en una conspiración con gobiernos extranjeros para alterar las reglas del juego democrático y desestabilizar al Gobierno legítimo del país -los autores de los atentados no están ni en remotas montañas ni en lejanos desiertos-, es obvio que, juegos de palabras aparte, el PP no sólo pone en la picota al Ejecutivo, al que evidentemente considera ilegítimo, sino también al Estado. Por eso diez partidos con representación en el Congreso de los Diputados-todos menos el PP -se han concertado públicamente, en un acto inédito tanto en la democracia española como en el parlamentarismo europeo, para decir basta a esta locura y para respaldar a las instituciones democráticas. Y por parecidas razones un desesperado Piqué clama por el fin de esa paranoia que sólo conduce al suicidio político. Pero prisionero de un equipo dirigente heredado del pasado y asumiendo un discurso ultramontano, Rajoy está condenado a sufrir una nueva y estrepitosa derrota electoral. Y, tal como están las cosas, ése parece ser el único camino que conduce a la renovación de la derecha española. Algo imprescindible para evitar la progresiva degradación de la democracia y de la política en nuestro país. Aznar, Rajoy, Acebes y Zaplana no pueden, después de la peripecia que han protagonizado, volver a gobernar España. Se han convertido en un obstáculo para la convivencia y en un grave peligro para la credibilidad del Estado. 1397124194