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Publicado por
FERNANDO ONEGA
León

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APASIONANTE. Ése es el calificativo que merece lo que ocurre en las grandes empresas de Galicia. Mientras otras regiones europeas temen la huída de sus centros de producción a países del Este, Galicia sufre un fenómeno singular: el cansancio de una generación heroica que, unido a otros factores de debilidad interna, hace que las llamadas «joyas de la corona» sean vendidas por sus propietarios o asaltadas por los nuevos Midas del cemento. Después de la humillante pérdida de Fenosa y la sorprendente opa sobre Fadesa, ahora es Conservas Calvo quien busca comprador. El caso de Calvo es así la gota que hace rebosar el vaso de la depresión regional. Es una conservera que nos llenó de orgullo a cuantos la hemos visto crecer, conquistar mercados, dominar a marcas poderosas, comprar factorías en Italia, instalarse en Venezuela, Brasil o El Salvador. Por eso, la noticia de su puesta a la venta ha sido recibida como una desgracia. En las conversaciones privadas se oyen frases como «nos vamos a quedar sin nada». En los análisis públicos se plantea la duda de qué ocurrirá con el tejido empresarial de la tierra. Si continúan esos estados de opinión, dentro de poco estaremos planteando si Galicia se quedará en un puro lugar de producción explotado, como las colonias, por poderosos agentes externos que respetan el empleo, pero se llevan el beneficio. Por eso es apasionante el fenómeno. Pero también por las circunstancias que lo acompañan. Desde el punto de vista humano, quizá se confirme el principio que proclama que los grandes creadores de empresas familiares no encuentran una segunda generación con la misma capacidad de sacrificio para seguir. Desde el punto de vista político, el gobierno gallego tiene mala suerte: todo esto coincide con un gabinete de izquierdas, lo cual anuncia una gran ofensiva conservadora. Y un detalle más: la eclosión del capitalismo supranacional y su penetración en los territorios más indefensos provoca una reacción que corresponde a pueblos ofendidos y sojuzgados. A la globalización se le responde con una exaltación de lo propio. ¿Cómo resolverlo? Desde luego, no vale con ponerse a llorar. Tampoco, forzar a una familia a desaprovechar la oportunidad de un momento para vender. Creo que ésta sería la ocasión de estructurar un movimiento empresarial gallego, como se intentó en el caso de Fenosa, para demostrar que en Galicia hay algo más que buena materia prima. Pero, ¿quién lo lidera? ¿Quién lo aglutina? Ahí está el desafío: o se fabrica ese liderazgo desde la Xunta, la banca, las caixas o los grandes inversores, o Galicia puede ser inundada por un pesimismo histórico sin precedentes. Y lo mismo puede ocurrir en otras regiones españolas.