TRIBUNA
Compromisos no adquiridos
A los leoneses se nos demanda el compromiso con un marco autonómico que nunca hemos elegido. Piense usted, amigo lector, en que momento de su vida acepto como algo propio el que la Región Leonesa debería de integrarse en la Comunidad Autónoma de Castilla y León. Sabemos que dicha adscripción ha sido contraria a la voluntad de nuestras máximas instituciones como la Diputación o los principales ayuntamientos de la provincia (León y Ponferrada entre otros muchos). Recordemos que en la sesión del 13 de enero de 1.983 la Diputación de León por 20 votos a favor y 4 en contra rechazo la integración de León en el marco autonómico de Castilla y León. Aunque a ese pronunciamiento no se le reconoce validez jurídica (en base a que se niega a la Diputación capacidad de cambio una vez puesta en marcha el proceso) sin embargo la tiene toda en el sentido político. Debemos tener en cuenta que tampoco posteriormente se han producido pronunciamientos distintos en otro sentido. En el ámbito social la ciudadanía se ha manifestado de forma reiterada y multitudinaria en todas las ocasiones que ha tenido oportunidad contra esa inclusión antidemocrática en la Comunidad de Castilla y León. ¿Alguien recuerda manifestaciones de apoyo a la inclusión de la Región Leonesa en la autonomía de Castilla y León? No se trata entonces de una opinión social dividida al respecto. Simplemente lo ocurrido es que las élites políticas impusieron sus directrices al medio social leonés aún conociendo ese posicionamiento contrario. Vamos que los leoneses les importaron un bledo. Cuando ahora se debate sobre la reforma del Estatuto actual podemos decir que el mismo se encuentra viciado en su propio origen en base a que se fundamenta en que los leoneses deben de asumir unos compromisos que nunca han adquirido. La libertad es un valor importante para los leoneses y cuando un marco autonómico se fija desde la imposición y sin respeto a las libertades individuales, no podemos considerarlo algo que debamos considerarlo como propio. Los gobernantes de la Junta en su afán de perpetuarse en el poder han tratado por todos los medios de crear un ámbito social castellano-leonés. Para ello no han dudado en inventarse una cultura o una historia a la medida del poder (para la que han contado con el poder de la cultura de talonario que con el dinero de todos subvenciona a aquellos que le hacen el «caldo gordo» y también con el poder político que lleva a que esa visión se imparta a través de todo el sistema educativo). Es imprescindible en todo ello el se ahogue a la cultura leonesa y también a la castellana. Es curioso que una autonomía de Castilla y León se base en la destrucción de estos dos pueblos (en la que a la Región Leonesa tiene la peor parte al ser minoritaria en esa composición. A Burgos nunca se la denominara una ciudad leonesa pero los leoneses estamos un poco hartos que se refieran a nosotros como castellanos). El leonesismo como movimiento social también debe entrar en un importante periodo de reflexión. No ha logrado nunca representar a los ciudadanos que desearían alcanzar un marco autonómico leonés. Así se da la gran paradoja de que un sentimiento socialmente mayoritario es sin embargo minoritario a nivel político. Es decir son muchos los leonesistas que optan por votar al PP o al PSOE aún cuando discrepan de sus planteamientos en cuanto a la inclusión de la Región Leonesa en la autonomía de Castilla y León. Han existido demasiados planteamientos personalistas que han hecho dudar de si el leonesismo sólo era el pretexto para alcanzar metas individuales. Aquellos que no hemos tenido cargos ni recompensa alguna por militar en la idea leonesista desde hace muchos años creo que tenemos la libertad suficiente como para demandar que nadie se olvide que sólo ejerce funciones de representación popular y que por tanto debe estar al servicio de los ciudadanos que le votan. Estamos cerca de las elecciones municipales y autonómicas por lo que ello es especialmente importante. Los leoneses somos muy individualistas y en el leonesismo esto es algo que se ha podido ver a lo largo de toda la historia de este movimiento. Cada uno ha tratado de crear su organización, su partido¿ Existe poca capacidad para agrupar tendencias y matices distintos. El ciudadano no llega a entender todas estas divisiones y no ve en ellas más que disputas o intereses personales, con lo cual castigara con su voto ese galimatías de divisiones sociales y políticas (más a unos que a otros pero probablemente a todos). Demandamos, en definitiva, que el ciudadano se convierta en mayor medida en protagonista de la vida política de modo que no se le impongan marcos autonómicos no deseados pero que tampoco se demande su apoyo menospreciando sus intereses y objetivos a proyectos sociales y no tanto a una u otra persona.