EL PAISANAJE
Los que yacen en su pueblo
RECIENTES estudios arqueológicos han descubierto en la Maragatería y la Valduerna las ruinas de la mayor mina de oro romana de Europa. En consecuencia, se pide respeto para las piedras ancestrales y que el ejército deje de soltar pepinazos en el campo de tiro de el Teleno. «A buena hora», dicen los últimos paisanos, de los que los estudios no dicen nada, si bien tengan la frente surcada de iguales abolladuras y surcos que el terreno. Sin restar méritos al trabajo de los modernos estudiosos, un servidor, que por parte de padre y madre desciende de aquellos venerables parajes, echa de menos que hace unas pocas décadas los científicos no hubieran estudiado la zona, cuando la ruina aún tenía remedio. No haría falta remontarse hasta los romanos ni equiparar a los de Artillería con el caballo de Atila, que donde pisaba no crecía la hierba, aunque razones no faltan, porque ni unos ni otros fueron la causa de nuestras últimas desdichas: los primeros se llevaron el oro dejando aquello como un erial y los segundos se limitan a rematar la faena. Pero, en medio, está la ciencia y el abandono de inumerables administraciones públicas, algunas muy cercanas, que no hicieron nada para que quedara allí lo único que quedaba de valor: la gente. Quien conozca la Valduerna, lo mismo que los viejos que guardan memoria de la arriería maragata, estarán de acuerdo en que quién nos vio y quién nos ve. Por lo demás, pasa igual en las cuencas mineras de Sabero -otro museo petrificado- o en los vecinos regadíos del Esla y el Órbigo, que ahora van a cosechar biodiesel en vez de patatas, alubias o lúpulo, el antiguo oro verde. A la salida en bicibleta de Castrillo de la Valduerna, de donde era mi bisabuela Inés, la del tío Feliporro, cuya nariz dicen que aún gasto yo, hay un cartel que no hace falta estudiar mucho. Dice: «población de antaño 1.500 vecinos y un castro; ahora 200, como mucho, repartidos al tresbolillo en la vega». Hasta a las truchas les merma el río y el hábitat. Pero les hará otro estudio la ministra Narbona.