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Publicado por
ENRIQUE VÁZQUEZ
León

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EL RÉGIMEN norcoreano eligió cuidadosamente la fecha para proceder a su primera prueba nuclear y la manejó, por tanto, en un contexto político y diplomático servido desde consideraciones cronológicas. La explosión es sobre todo un mensaje enviado a los Estados Unidos, que encabeza el esfuerzo internacional -muy compartido y entendido, esto no es Oriente Medio- tendente a impedir que Corea del Norte llegue a ser una potencia militar nuclear. Incluso es posible, y los medios americanos evocan esta hipótesis abiertamente, que el escenario pre-electoral en su país juegue también un papel importante. En efecto, cuestión clave de las legislativas es la tesis oficial de que bajo George Bush el país es más seguro y está mejor protegido que lo estaría si los demócratas accedieran al gobierno. Pero este mensaje no termina de calar: la no resolución del problema iraní, también atómico, y ahora la prueba fehaciente de que Corea del Norte estrá en posesión de armas nucleares perjudican al presidente norteamericano de forma evidente. Washington podría haber evitado el inquietante experimento: le bastaría con haber aceptado la reiterada exigencia norcoreana de sostener una negociación bilateral al respecto, es decir, unos contactos que quedaran fuera del foro multilateral que ahora se está ocupando del asunto. Pero los norteamericanos mantienen que la bomba norcoreana es un problema internacional y se han unido a Corea del Sur, Japón, Rusia y China para negociarlo. Y, aunque la bomba de laboratorio era un hecho, se mantenía la esperanza, ahora evaporada, de poder evitar una prueba como la que ayer se consumó. Hay que añadir, además, que justo cuando se produjo la explosión nuclear subterránea estaba llegando a Corea del Sur el nuevo primer ministro japonés, Shinzo Abe, un nacionalista explícito que se hizo muy popular en su país hace años con un discurso muy anti-norcoreano y que venía de Pekín de tranquilizar al gobierno chino sobre sus intenciones en lo que parece un ensayo logrado de atenuar las tensiones regionales. En este marco, la prueba es una provocación. Esa es, en efecto, la palabra más empleada ayer en todo el mundo para definirla. Pero una provocación ponderada al servicio de un objetivo diplomático: la seguridad genuina que llegaría de la aceptación del régimen en Washington, donde el presidente Bush ha dicho que su país nunca aceptará una Corea del Norte con armas nucleares¿

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