No hay palabras
Hoy como ayer hay dos tendencias antagónicas principales en la sociedad, que luchan para que prevalezcan sus postulados. Antes era el pensamiento clásico en contraposición al barroco. Después fueron las derechas contra las izquierdas heredadas en la actualidad, respectivamente, por el PP y el PSOE. El dilema siempre es el mismo, anclarse en un pasado inmovilista o avanzar hacia la búsqueda de nuevas soluciones más justas y equitativas. La reflexión precedente viene dada como consecuencia del artículo del día 22 de agosto titulado En la cuenta atrás, en la que el señor Pedro González defiende con énfasis los postulados del PP, sin duda su partido. El señor González además de seguir de cerca la tramitación del recurso de inconstitucionalidad contra el Estatuto de Cataluña, se ha aprendido bien la lección, subrayada desde el principio, con una contundente y agorera afirmación. Se pide una tramitación urgente para que evite los desafortunados efectos futuros de su puesta en marcha. Creo que a partir de este momento hay que hacer un alto en el camino, para decir lisa y llanamente que alguien ha perdido el norte desde hace mucho tiempo. Por lo tanto habrá que partir de postulados sencillos para ir avanzando hasta poder llegar a comprender la situación actual. Para ello empezaremos por decir que España es un estado democrático y autonómico organizado bajo los auspicios de la Constitución aprobada por una mayoría de ciudadanos, precisamente sin el concurso del PP, o mejor dicho del partido que le precedió con idéntica ideología y que sin embargo, ahora, afirman que defienden a ultranza. Sigamos avanzando. Cada comunidad para organizarse hizo el Estatuto que creyó más adecuado a sus necesidades. Por su parte el Gobierno de aquel momento, de acuerdo con las reglas democráticas, se comprometió a ceder competencias exclusivas o compartidas a todas y cada una de las autonomías. Ha pasado el tiempo y algunas de estas comunidades, entre ellas Cataluña han creído oportuno reformar aquellos Estatutos que en honor a la verdad habrá que decir, que en la mayoría de los casos, tienen menos poder real que cuando fueron otorgados. En algunos debido a que el aparato centralista estatal ha laminado competencias a base de crear nuevas leyes, y en otros ha anulado o aplicado interpretaciones restrictivas. Por otro lado el devenir del tiempo con los cambios estructurales y de todo orden exige una revisión de las leyes par adaptarlas a la realidad cambiante. Cataluña consciente de sus necesidades y siguiendo los cauces preestablecidos siguió escrupulosamente cada uno de los pasos reglamentarios estipulados en nuestra Carta Magna siendo sancionado positivamente por una mayoría suficiente. El PP lejos de sumarse a los trabajos para la elaboración y negociaciones previstos en la Constitución, niega frontalmente la mayor enrocándose en una posición numantina, amparándose precisamente en la defensa de unas leyes con unas reglas de juego, que ellos de entrada no respetan, y para más inri luego buscan firmas exigiendo para el Estatut un referéndum a nivel estatal contraviniendo la sacralizada Constitución que ellos dicen defender. A tenor de la reiterada posición del PP, a uno se le ocurre que le da pánico cualquier cambio que no vaya avalado por el mismo aparato del partido, y que su deseo es transmitir su visión unitaria y hegemónica de un estado sometido al dictado de su ideología. Parece que solamente sea válida la España vista a través de sus ojos, cuando este país, afortunadamente, es posible a partir de otras realida des. Jaume Solé y Rubio (León). Ahora que se está tramitando la ley llamada de Igualdad que el ministro del «efecto llamada» habla de ser innegociable, las listas paritarias y los consejos de las empresas con al menos el 40% de mujeres, poco se habla de la igualdad familiar y una real conciliación laboral. Los escasos ocho días de permiso de paternidad previstos, tan sólo afectarían por discriminación llamada positiva a los que vivan en familia sin estar separados. Me ha gustado mucho el comentario del actor Russell Crow respecto a la conciliación laboral que ha impuesto en su último trabajo, harto de no ver a sus hijos. Trabajará con la condición de acostar todos los días a sus hijos y después levantarlos. Bonita paternidad que en la era de la igualdad, muchos padres no pueden hacerlo por impositivos ajenos a sus deseos: los legales que se lo impiden porque en contra de su voluntad se han separado o divorciado. Qué trabajo de cine es el de conciliar la vida laboral con la familia y simplemente dar el beso de buenas noches a los hijos. Qué grande es el cine si se conciliara la vida con los hijos y las con secuencias del divorcio exprés. No negociable es para los poderes públicos, la desigualdad para estos padres apartados de sus hijos en contra de su voluntad, en esta película real que es la vida. Ojalá quedara para el cine este falso progresismo de la desigualdad, más bien llamado «retrocesismo» contra la dignidad del hombre. José Carlos Navarro Muñoz (Mérida). María Cristina Martínez (León).