Diario de León
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MANUEL MENOR CURRÁS
León

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PARA LOS muy cansados de la situación de la enseñanza en España y, sobre todo, para los ocupadísimos en su gestión, Finlandia debiera ser un objetivo a compartir. En el informe Pisa pinta muy bien; mejor que nosotros en muchos aspectos. Hay en este informe, en general, la constatación de algunas evidencias. Como, por ejemplo, que nuestros alumnos obtienen unos resultados muy ajustados a sus características socioeconómicas. Que no hay una excesiva incidencia en ello de los elementos organizativos internos de nuestro sistema. Y que si nuestros resultados son regulares o mediocres, se corresponden a las características generales de nuestro país, con una inversión educativa tirando a corta -para lo que es nuestra posición económica internacional-, y con unos indicadores culturales coherentes. Por ejemplo, el del nivel y calidad de lectura, tan vinculado al de entorno y expectativas familiares respecto a la escuela. En conjunto, pues, deja la impresión de desánimo e indiferencia en unos y de dejadez burocrática en otros. Lo peor, sin embargo, sería que no nos preocupara una educación cualitativamente enriquecedora para todos, porque hubiéramos perdido el interés por convivir mejor, con mayor cohesión social. No obstante, Finlandia existe. Con humildad, podemos aprender de este no tan lejano país. Vayan por delante dos datos. En cuanto al porcentaje de alumnos que asisten a centros privados, el promedio en la OCDE es del 20%, pero en España es del 38% y en Finlandia del 7%; dicho de otro modo, que la calidad de sus resultados no depende estrictamente del carácter público o privado de los centros. En cuanto al gasto anual por estudiante, tampoco parece determinante. Eso sí, en Finlandia está levemente por encima de la media, mientras que en nuestro país nos situamos bastante lejos de la misma, entre los países que menos invierten. Lo más relevante es que la encuesta muestra que entre los alumnos finlandeses la diferencia de rendimiento entre unos y otros es poco perceptible; que la influencia de los factores socioeconómicos familiares es muy baja; que las diferencias entre centros escolares son mínimas y que, por tanto, las oportunidades de aprendizaje vienen a ser indiferentes al lugar de residencia. No es menos interesante, además, que en este país el 41% de los chicos tengan en la lectura su pasatiempo favorito -entre las chicas alcanza a un 60%-, con lo que indica de interés familiar y preocupación municipal -dotaciones bibliotecarias- por la misma afición. Por otra parte, parece que los finlandeses tengan claro que la escuela no puede excluir a nadie y que deba de adaptarse a las necesidades de cada uno de sus hijos; con lo que esto conlleva de exigencia de un profesorado muy bien cualificado, muy motivado y muy valorado socialmente. Si no queremos resignarnos, Finlandia es una buena referencia.

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