Naciones

LA PERIODISTA alemana Barbara Schwarzwälder, en una reflexión sobre su experiencia de informar desde nuestro país, subrayó la dificultad de transmitir la idea de España como «nación de naciones» a unos países como Francia y Alemania , en los que el «nacionalismo» tiene connotaciones diversas, a menudo negativas. «Explicar a un alemán no familiarizado con el mapa geopolítico-sentimental de España que entre un leonés y un andaluz, o entre un gallego y un catalán, puede haber mundos, es tarea complicada -escribió-. Sobre todo porque un berlinés y un bávaro también se diferencian en mucho, pero ninguno de los dos dejaría de considerarse alemán». Y ahí puso el dedo en la llaga. Porque ninguno de los Länder alemanes quiere ser independiente (ni siquiera la folklórica Baviera que se declara «Estado libre» sin la menor ambición de serlo). Y menos (o nulo) eco tienen las tentaciones separatistas en el Estado jacobino francés, que no pasa de considerarlas «extravagancias regionalistas». Es lo que hay. Nuestros grandes debates territoriales no merecen ninguna atención en una Europa que los considera trasnochados y dudosamente inteligibles. O, como dice Schwarzwälder, «demasiado localistas, provincianos incluso». La trifulca acerca del Estatuto catalán no tuvo reflejo en los medios de comunicación europeos. En el fondo, no nos toman en serio -o no nos creen serios- en este tema. ¿Cómo pedirles que se sienten a profundizar con nosotros en ese gran hallazgo político que es la «nación de naciones»? Ni siquiera se les pasó por la cabeza cuando salían a trompicones la II Guerra Mundial. Por eso no existe un «problema vasco» francés, ni un «problema bávaro» alemán. Y si no existió entonces, ahora ya no tienen la cabeza para esos ruidos. Pero nosotros, sí. Y muy fresca. Lo hemos demostrado. Y seguimos en ello. Solos.