A la deriva

EL LUNES el número de soldados estadounidenses muertos en Irak llegó a la cifra de 2.778 y, cuando esta columna sea publicada, la cifra ya habrá sido sobrepasada si, como es de temer, se mantiene la sangría: en lo que va de mes han caído 54 militares¿ por no hablar de los muertos iraquíes. La violencia está tan fuera de control que el gobierno ha debido aplazar indefinidamente la prevista «conferencia de reconciliación nacional» que debía comenzar el sábado próximo y que era una de las estrellas del plan de pacificación del primer ministro al-Maliki. El fin de semana vivió uno de los espectáculos más sangrientos y abiertos de guerra civil-confesional cuando, tras el asesinato de 17 trabajadores chiíes en Balad, los vecinos llamaron a las milicias de Muqtada al-Sadr, un religioso muy anti-estadounidense que controla treinta escaños del Parlamento y una potente milicia, el Ejército del Mahdi. Lo que siguió, sin que el gobierno intentara impedirlo activamente, fue una matanza horrible que dejó decenas de muertos. Inútil decir que casi todas las bajas fueron civiles. Desde el sábado se han producido más de cien muertos en atentados de todas clases (incluido el intento de matar a la viceministra de Industria), además de la violencia inter-religiosa e identitaria. La situación evoluciona «a la deriva», según testimonio del influyente y respetado senador republicano John Warner, que añadió, tras volver de un último viaje a Irak, que habrá que cambiar de rumbo «si no hay cambios en o dos o tres meses». Es difícil que los haya si se acepta la extendida tesis de que el conflicto no tiene solución militar y, por tanto, el gobierno Bush deberá hacer algo en cuanto pasen las elecciones legislativas del 7 de noviembre.