LA VELETA
Elprocesovuelve acasa
DURANTE una mañana, el Parlamento europeo ha experimentado la animosidad y la aspereza que en España se adhieren a las desavenencias políticas. Y para que en el hemiciclo de Estrasburgo pudiera escenificarse lo que viene sucediendo en el español, el grupo «popular» europeo votó unánimemente a favor de la propuesta de resolución de nuestro PP, aunque en plena soledad, viendo que la unión de socialistas, liberales, verdes y rojillos de Izquierda Unitaria apoyaban «la iniciativa de paz en el País Vasco emprendida por las instituciones españolas en el marco de su competencia exclusiva». La votación fue el resultado de una breve pero intensa campaña de captación de votos entre afines, con intentos de atraer la voluntad de algunos escaños titubeantes. La diferencia de diez votos entre quienes se oponían al llamado «proceso de paz» que pastorea Zapatero y quienes lo respaldan muestra que en Estrasburgo se produjo ayer una división entre dos sectores ideológicos igualados: conservadores y progresistas, dicho sea burdamente y prescindiendo de matices diferenciadores muy importantes. Pero si el Parlamento europeo ha escenificado brevemente la acritud actual que se da en el español, la experiencia no deja huella en Estrasburgo ni señala una división como la que separa y enfrenta en España a populares y socialistas. La votación dividida de ayer se iba borrando de la memoria de los legisladores europeos a medida que los representantes del espectro político vasco abandonan la tribuna del parlamento y los abertzales más entusiastas regresaban a casa tras sus ruedas de prensa y ciertos arrebatos emocionales. A ETA parece haberle agradado que se hablara de ella en el corazón legislativo de la UE, y el Gobierno español debe sentirse reconfortado por el apoyo comunitario a sus esfuerzos de paz, cuando en España se oponen a ellos desde un amplio sector de las víctimas del terrorismo al mayor partido de la oposición, desde una cúpula eclesial católica que estrecha notablemente el cauce del proceso a destacados miembros del espacio más conservador de la Judicatura. Pero el PP podría decir que la victoria europea del PSOE no acierta a ocultar lo que bien podría considerarse un empate técnico entre las dos posiciones respectivas. Europa, pues, no está dividida ante el proceso de paz que intenta el Gobierno español, y no puede atribuirse al PSOE por lo tanto una división que no existe. Lo que sigue existiendo, sin embargo, es el residuo de la división que produjo en la UE la guerra de Irak, con Aznar trabajando para que un eje Londres/Roma/Madrid sofocase la oposición del eje francoalemán -motor de Europa antes, durante y después de Bush- a una guerra llamada preventiva que no sólo carecía entonces de justificación sino que ya ha visto desinflarse las falacias en que se montó.