FRONTERIZOS
El Emperador
QUIERO PENSAR que desde esta parte del Manzanal se sigue con al menos el mismo interés que en la capital el drama del Teatro Emperador. Hubo un tiempo en que los teatros, en su condición de edificios históricos y de espacios «sentimentales» de una sociedad, se cerraban sin que pasara nada. Se derribaban sin pudor o se transformaban en un bingo o un centro comercial sin mayor problema. Ejemplos sobran sin salir de la provincia: en Ponferrada, el propio gobierno hizo desaparecer un escenario de mediados del XIX como el del Principal, del que ya no queda ni memoria. Hace apenas veinte años, el cierre del Bergidum apenas supuso más de un par de cabreos de café antes de que interviniera López Gavela, que sufrió el acoso administrativo de algún funcionario purista por esa causa. Entiéndanme. Tampoco es que ahora haya algaradas callejeras. Si la Cultural desapareciera, las manifestaciones por Ordoño serían de telediario nacional. Pero quiero entrever que la amenaza que pesa sobre el Emperador ha generado más reacciones sociales y políticas e incluso una pequeña -muy pequeña- manifestación espontánea: débiles rayos de esperanza sobre la sociedad que hemos ido construyendo en los últimos años. Los leoneses no pueden permitir que se cierre un espacio escénico como éste, que podría complementar la programación del Auditorio y la del Secretariado de Actividades Culturales de la Universidad, muchas veces injustamente olvidada pese a su envidiable y espléndida tarea. Yo no sé cuál es el precio pero la administración dispone de herramientas suficientes para que éste no sea el del puro mercado inmobiliario y la Junta de Castilla y León no puede ahora mirar para otro lado.