AL TRASLUZ
Quién dice qué
TODA REIVINDICACIÓN tiene su principal credibilidad en el reivindicador. Quién dice qué. El político X reclama que León se separe de Castilla, posicionamiento respetable, como también lo es el contrario, pero conozcamos también sus motivaciones personales, cuál es su intención real más allá del cambio de modelo autonómico, sepamos si anhela levantar la sagrada Camelot o la siniestra Mordor. En efecto, el discurso leonesista suena muy diferente en unas personas que en otras, además, a priori, nadie ama menos León por ser partidario de dos regiones unidas y singularizadas. Aceptemos la legitimidad no sólo de diferentes posibilidades antagónicas, sino de matices entre el sí rotundo y el no absoluto. Una misma petición nos agrada en unos y, en cambio, nos inquieta en otros. Nada se le puede objetar a la manifestación del domingo, pues no estamos ante un nacionalismo estrambótico, aunque los términos «régimen colonial» y «cultura dominante» a mí me suenan excesivos. No por exagerar las convicciones suenan más firmes. Sepamos claramente qué queremos y por qué, pero sin extravíos, con rigor. Quizá, algunos en Valladolid deben aprender a estarse callados, para no obstaculizar la labor de los compañeros que trabajan aquí. En política, también hay que invertir en afecto, cuántos reveses electorales no habrán sido consecuencia de una dejadez en las relaciones humanas, incluso con los propios compañeros de partido. Por eso tan importante como el mensaje lo es el mensajero. La persona y su conducta diaria es lo que dan credibilidad a cualquier discurso político, leonesista o no. Quién dice qué. De ahí que no haya leonesismo, sino leonesismos.