Diario de León

DESDE LA CORTE

El taxista, los candidatos y el voto

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FERNANDO ÓNEGA
León

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DESPUÉS de leer centenares de artículos sobre las elecciones de hoy en Cataluña; después de escribir unos cuantos; después de escuchar los fragmentos de mítines en el telediario, un taxista de Barcelona me hizo el siguiente balance de los líderes: «Montilla habla mal; Artur Mas es un maniquí; Carod quiere la guerra; Saura es un rojo disfrazado, y a Piqué no se lo cito». Con lo cual, llegué a la conclusión de que el candidato ideal sería una que hablase bien; luciese bien en las fotos sin parecer de cartón; llegase en son de paz, y fuese sincero. ¿Existe ese personaje en la vida real? Pero el resumen del taxista me hizo exclamar: ¡tomad, asesores y gabinetes de imagen! ¡Aprended, estrategas de los partidos! Un taxista sólo es una voz entre varios millones de votantes, pero a lo mejor acierta. Vosotros os pasáis meses enteros diseñando campañas. Gastáis tiempo y cerebro en encontrar la frase. Metéis a los candidatos horas y días en un estudio fotográfico hasta encontrar su lado bueno y su sonrisa más convincente. Arruináis las arcas en lanzar su figura. Y llega un taxista y lo reduce todo a una frase de tres o cuatro palabras. Ni un eco de tanta doctrina como se ha vertido en campaña. Ni una referencia al programa electoral de cada uno. Le he pedido el teléfono a ese conductor para consultarle la imagen de nuestros políticos en las múltiples campañas que vienen. En todo caso, si ésa es la impresión popular que dejan los políticos, ¿a quién le extraña que haya abstención? Si el diagnóstico que cito me pareció acertado, es que no tenía ninguna idea mejor que oponerle. En Cataluña hemos visto notarios, vídeos insolentes, preservativos, carnés de catalanidad por puntos, un candidato en pelota picada y un presidente del gobierno por la calle. Pero, si me preguntan por una iniciativa destacada o ilusionante, no sabría responder. Ni siquiera he leído peticiones de voto inspiradas en la aproximación o el distanciamiento del Estado o del resto de España. Si a ello se añade la especie muy difundida de que el gobierno catalán no saldrá de las urnas, sino de los pactos posteriores, que lo mismo producen una gran coalición, una formación nacionalista o una reedición del Tripartito, el entusiasmo es tan limitado como la brillantez oratoria del señor Montilla. Después, otro taxista que me llevó al aeropuerto me salió igual de telegráfico, pero más doctoral: «Aquí sólo hay dos votos: el voto útil, que debiera ser para Mas, y el voto de castigo, que debiera ser para Piqué». Se nota que ese conductor leía muchos periódicos. Y además, que era de derechas. Lo único que pretendía es darle un zurriagazo a Zapatero. No parece la doctrina dominante en el electorado catalán».

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