EL BALCÓN DEL PUEBLO
Oxígeno al leonesismo
EL ÉXITO de la manifestación leonesista celebrada el pasado domingo en nuestra ciudad ha sorprendido en la sede vallisoletana de la Junta de Castilla y León. Ayudó, sin duda, el intrusismo de un día de verano en pleno otoño. La sorpresa ha sido doble: primero, por el número de asistentes, que las crónicas cifraron en cinco mil; y segundo, por los convocantes, que no eran de la UPL ni del PAL, sino un conglomerado de asociaciones encabezadas por un expulsado de la UPL en tiempos de Rodríguez de Francisco, cuando al estilo del Rey Sol, se creía que el partido era él. Me refiero a José Félix Pérez Echevarría. El resultado de la manifestación, sumado a las mociones que va presentando la UPL en ayuntamientos y la que también meterá sin fórceps en la Diputación Provincial, ha sido que la reivindicación leonesista de nuevo alcanza la dignidad de máxima actualidad. Y lo alcanza en el momento más inoportuno para el gobierno regional. O sea, cuando se empieza a discutir el nuevo Estatuto de Autonomía en las Cortes de Fuensaldaña. Se demuestra, una vez más, que en muchas ocasiones los debates entre los partidos políticos van por un lado y las preocupaciones de la calle van por el contrario. Las respuestas del presidente de la Junta de Castilla y León y del portavoz parlamentario conservador en el Palacio de Fuensaldaña, descalificaban a los miembros azules en el Ayuntamiento de León por abstenerse en la moción de la UPL. Recuérdese: salió adelante con los votos de cinco ediles y la abstención de veintidós. Las respuestas de Juan Vicente Herrera y del portavoz conservador sonaban a formalismos ya conocidos, usados y manoseados en la cámara regional. Se vocean siempre de cara a la galería. Poco o nada interesan a los ciudadanos de a pie. Lo cierto es que el sentir de la calle en León se resume así: el descontento es proporcional al continuo aumento del centralismo y de la burocracia vallisoletana. Se palpaba en la manifestación. Para la inmensa mayoría de quienes batían las banderolas leonesas es algo indiscutible. El centralismo y la burocracia de Valladolid ha alcanzado ejemplos absurdos y ridículos: desde cubrir bajas de profesores en Educación, a los recorridos extravagantes de la sangre donada. O de más calado en el agravio: mientras compraron y luego restauraron el Teatro Calderón, se inhiben ante la muerte cierta del Emperador leonés. El proyecto de nuevo Estatuto de Autonomía empieza a discutirse la próxima semana en el Palacio de Fuensaldaña. El texto, consensuado por populares y socialistas, ignora olímpicamente el sentimiento de gran parte de la ciudadanía, ningunea a las diputaciones provinciales y no prevé ninguna descentralización real. Únicamente aspira a conseguir del Estado más competencias para centralizar su gestión en Valladolid. Conclusión: el leonesismo social y político tiene asegurado su fortaleza y crecimiento gracias a la propia Junta de Castilla y León. (Nota: a estas horas comienza el recuento de las elecciones catalanas. No puedo mantener abiertos los cuarterones de este balcón. Ya habrá tiempo para el análisis).