Un gobierno deperdedores

«SON USTEDES unos bandarras y unos chanfainas. Y no nos gusta nada de lo que han hecho». Más o menos, es lo que los catalanes le han dicho a su clase política. Ni «formen un gobierno estable», ni «pónganse de acuerdo para gobernar», ni farrapos de gaita. Han sido mucho más claros: ustedes no merecen nuestro apoyo, no nos agradó casi nada de lo que hicieron y a ver si la próxima vez son un poquito más respo nsables. Aunque cada uno puede interpretar los resultados como más le convenga, porque eso ya forma parte de la tradición electoral. Sólo de esta forma, por el rechazo a lo hecho en los últimos tres años, podemos entender la elevada abstención, la segunda más alta, el récord de votos en blanco y el descenso generalizado de apoyo a todas las formaciones, aunque de forma especial a las dos, PSC y ERC, que protagonizaron el ya tristemente recordado tripartito. Por eso ahora sorprende que pueda volver a hablarse de la formación de otro Ejecutivo a tres bandas como una de las alternativas de gobierno. Aunque, si bien es cierto que la reglas de juego democrático permiten gobernar a quien reúna el mayor apoyo, no parece muy razonable que los más castigados sean los que al final se instalen en el Palau de la Generalitat. Porque si convenimos que Montilla y los suyos sufrieron un serio batacazo, y que Carod y su muchachada, un significativo descenso, convendremos también en que quedan un tanto incapacitados, al menos moral y éticamente, para formar un gobierno. Por mucho que cuenten con el respaldo de los de ICV que, al final, han sido los mejor parados, porque también fueron los que mantuvieron la dignidad del tripartito. Así que los resultados son así de caprichosos. Quienes les dijeron a sus políticos «son ustedes unos irresponsables» pueden tener que padecer además un gobierno de perdedores.