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Publicado por
PABLO MOSQUERA
León

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¿SORPRESA? Como la que hubo en las elecciones de 1990 en Euskadi cuando, contra los elementos y la cátedra, irrumpió Unidad Alavesa. Soberbia para seguir haciendo la política que conviene a la partitocracia. Hablar mucho y resolver poco. Mentir. Vivir en las alturas donde se confunden las voces con los ecos. Creer que los paisanos son menores de edad. Son algunas de las razones para votar a Ciudadanos de Cataluña. Lo peor es que nadie se sentirá aludido. La culpa de los resultados de las elecciones catalanas la tienen los electores, que no saben votar? Las caras de los líderes nacionales y locales de los dos grandes partidos, todo un poema. Pero, mientras les siga llegando la mamandurria, sentirán alivio por la memoria histórica que dura apenas quince días, y esperan diluir el problema creado, con la discusión por el estado de forma de los dos grandes equipos de fútbol. Pero, espero y deseo, por el bien del país de los paisanos, que tras el éxito de Ciudadanos de Cataluña, se ponga en marcha un gran movimiento de candidaturas independientes para las elecciones municipales. Así salvaremos la distancia entre la España oficial y la de los ciudadanos huérfanos de representación democrática. Así devolveremos la ilusión a quienes desean soluciones reales a problemas sociales, a ese gran colectivo pasota-indignado que grita desde sus almas: «Menos política cutre y más sociedad». En los ayuntamientos puede haber revolución. Candidaturas de gentes con ideas paisanas. No se puede seguir tratando como mercancía para enriquecerse a los derechos sociales de los ciudadanos. El primer problema, el de la especulación del suelo y sus derivadas en políticas de vivienda y medio ambiente. Eran las mismas caras de ilusión que tuve a mi alrededor en la Euskadi de 1990, tras una campaña en la que nos ningunearon y prohibían a los encuestadores anotar la intención de voto que había hacia Unidad Alavesa. Ahora hay tres escenarios. El ficticio: aquel que se empeña en hacer importante la definición de las comunidades como naciones. El del reparto del poder: gobiernos de coalición para seguir mandando, sin importar lo que piensen los de la calle. El de una corriente de ciudadanía que puede tomar el poder municipal o hacer de bisagra para impedir que lo administren los golfos y los ineptos. Gracias al anuncio del joven desnudo, hoy me siento quince años más joven y con ganas.