Diario de León

TRIBUNA

José Luis Rodríguez Zapatero, el de gran corazón

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CUANDO públicamente el señor Rodríguez Ibarra, con la sinceridad que le caracteriza, plantea su renuncia a ser de nuevo candidato a la autonomía extremeña, cita a nuestro paisano como «persona de gran corazón». No demasiado tiempo atrás, yo lo hubiera aceptado casi de pleno. Hoy, y bien a mi pesar, mi humilde cuore angore leonés me dicta otras cosas al respecto. El temperamental Rodríguez Ibarra ha fatigado su corazón hasta el infarto, buscando, sin duda, todo lo mejor para su tierra, ésa Extremadura que nuestros medievales reyes conocieron bien, y que él ha reflotado, o mejor modernizado, y lo que es más reseñable diferenciado, sin alterar la estructura de la nación española. De nuestro hábil y calculador político Rodríguez Zapatero, con más poder que su compañero socialista extremeño ¿podemos decir lo mismo respecto a León?, ¡su tierra!; por el momento rotundamente ¡no! Hasta ahora, tan sólo ha mantenido abiertas, en los leoneses, expectativas de futuro mensurables dentro del ámbito de lo económico, con promesas que a veces resultan hirientes, como la anunciada para el «noroeste de la Comunidad». Esa expresión, además de ningunearnos a los leoneses, se puede incardinar en el refrán: «dame pan y¿», llámame como quieras. Y, aunque no vamos los leoneses de estómagos agradecidos por la vida, en demanda de lo que nos corresponde, nos vemos obligados a gritar: ¿para cuándo? En orden a los sentimientos, como el de ser, y seguir siendo leoneses, o el de nuestra diferenciación regional leonesa, sobre la que hemos de puntuarle con un rotundo cero, pues parece no creer en ella, todos los signos indican que pasa olímpicamente de los leoneses como pueblo, o peor, nos abandona al híbrido castellano y leonés Todo sonriente, y con especial talante, ha venido en septiembre 2006 a la Comunidad que admite llamen región, en detrimento de nuestra territorialidad leonesa. Comunidad de Castilla y ¿de qué León? habrá hablado el señor Rodríguez Zapatero en ésta visita oficial al ente que, el señor Villalba, en comandita con el PP autonómico, se empeña en sacar adelante torciendo la historia y la voluntad mayoritaria de los leoneses. Envuelta en el satinado celofán de los encantos engañosos, nos ha traído la Autovía León-Valladolid, ¿no necesitamos más otras?, todo un cordón umbilical, eterno, que nos aferrará dependientemente al feroz centralismo autonómico. Esa infraestructura fue reclamada por los leoneses cuando era la ruta preferente hacia Madrid, capital de España. Hoy, que Valladolid es el núcleo de un nuevo centralismo, no elegido por los leoneses en democracia, ¿qué nos quiere vender con ella?, acaso, ¿justificar el centralismo mediante la agilización de los viajes?, o, ¿es para que vengan cómodamente, los procuradores autonómicos, con la ciencia legislativa a cuestas, a las ocasionales Cortes, una vez al año, según propone el PSOE leonés cual si fuera un don supremo para nosotros? Pero claro, ¡siempre que lo consientan los políticos castellanos viejos! Aunque no crea en el leonesismo, como valor popular, nada justifica dejar en el olvido los sentimientos de los leoneses, ni tan sólo arrinconarlos bajo el peso y el agobio estadista que pueda comportar el gobierno de España. Si el «gran corazón» que le atribuye Ibarra, portara el sentimiento vivo de lo popular leonés, de nuestra territorialidad, de nuestra cultura, los problemas de otros pueblos de España que ha de resolver, le deberían servir de acicate para hacer aflorar el agravio comparativo auto nómico que nos subsume, esto es, que nos hunde en la nada y nos presenta cual sumisos corderos. Ni siquiera se ha parado a pensar que los leoneses, a fuer de tolerantes, hasta podíamos estar responsablemente compartiendo comunidad, si, además de bien identificados, unos mecanismos estatutarios recogieran la posible segregación. Lo que nunca podremos admitir, es la anexión provincial o regional a un ente que nos anula negándonos personalidad diferenciada. Está a tiempo de proponer y exigir la cláusula antedicha, en la reforma estatutaria, no sería una dádiva, sino un acto de justicia constitucional para con sus paisanos, los leoneses. Los asuntos autonómicos van a entrar en un momento clave, el de recoger en la letra constitucional el nombre de las Comunidades. -Difícil momento ahora, pero él es pertinaz, y en su obstinación sabrá habilitar vericuetos-. Si el de esta comunidad: Castilla y León, es insertado tal cual, sin ningún apunte de dualidad, habremos llegado al consummatum est; y a él, al señor Rodríguez Zapatero, le habrá cabido el doloroso e histórico honor de redactar el epílogo defenestrador leonés, para el libro autonómico de Castillaleón, del que Martín Villa escribió el prólogo aherrojador, y una cohorte de políticos ajenos al pueblo, sin criterio, por obediencia acomodaticia, lo han ido llenando de insulsas páginas. ¿Queda algún atisbo de esperanza?, ¡Al gran corazón apelo!

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