Uves de gansos

LOS cielos de León, sobre todo en una línea que va de Pajares y Picos de Europa al bajo Esla, se han llenado la semana pasada de escuadrillas vocingleras de gansos, los ánsares comunes que han abandonado los lagos de Noruega, Rusia y los países del Báltico para pasar el invierno en las rastrojeras de Tierra de Campos y en los lucios y arrozales de Doñana y las marismas del Guadalquivir. Desde el siglo XIV, escritores amigos de la cetrería como el infante Don Juan Manuel y López de Ayala mencionan el vuelo de bandadas del ánsar brava, grupos a los que desaconsejan echar el azor o el halcón porque estas aves se vuelven colectivamente contra la rapaz que las molesta. Juan Ruiz, más conocido como el Arcipreste de Hita, relata en castellano antiguo que más ruido facen e más voces sin recato dan diez ánsares en laguna que cien bueyes en prado. Francisco Bernis, pionero de la ornitología española, cuenta que los pastores de Montes de Oca, a la vera del camino de Santiago, entre Nájera y Burgos, dicen este refrán: -¿A donde va el ganso? : a tierra del garbanzo. De octubre a mediado marzo, unos cincuenta mil ánsares, reconocibles por su gran tamaño, plumaje gris y picos y patas rosas, se aquerencian sobre todo en las salinas de Villafáfila y las lagunas palentinas de La Nava y Boada. Muy ariscos, tras soportar mucho escopetazo lejano, de día pastean los pastizales, siembras y tierras de labor, y van a dormir al agua. La novedad de este inicio del invierno tan suave y lluvioso es el estacionamiento de mil quinientos gansos en el embalse de Riaño, saliendo, como ovejas, a comer yerba a la vega fronteriza al pantano, verde lleno de miles de senderinas y champiñones , sobre el que aún no actuaron las heladas. Pocos espectáculos hay tan majestuosos como observar el viaje de los ánsares Sella arriba, desde la costa asturiana, y entre los riscos de los Beyos, ante los rebecos atónitos, enfilar el puerto del Zalambral mientras los sajambriegos apilan leña.