Sin miedo

NO ES LO QUE recordamos, sino cómo y para qué lo hacemos .  Lo mismo podemos decir del olvido. Un catedrático de Economía, comentarista de la Cope, pagó tres mil euros por una esquela en el aniversario de su tío, un minero muerto en 1934,  y en la que se informaba que cayó en los enfrentamientos revolucionarios con las tropas dirigidas  por el capitán Lozano, abuelo del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. En posteriores declaraciones periodísticas,  tras elogiar la figura del militar,  viene a decir que en todas partes cuecen habas. Ya, pero en cazuelas  muy distintas. «Dejémonos de estas historias y olvidémonos de los muertos», pide después  de haber  montado el numerito. Pero el olvido dirigido  también es manipulación.  Que cada cuál escoja, sin ser demonizado, si recuerda u olvida. Perdonar es un sentimiento  elevado que no todos pueden ni quieren alcanzar,  no es decretable. Pero entre el perdón y el  odio hay una larga lista de sentimientos posibles, que favorecen la convivencia.  Recientemente he participado en un acto en el Ayuntamiento Villaquilambre sobre la guerra. Empecé aclarando que desde hace tiempo ya no me interesa ningún discurso que no se estructure desde la piedad. El alcalde, Manuel Hidalgo añadió: «Estoy de acuerdo, siento piedad tanto por mi tío como por quienes lo mataron». Su ética declaración de intenciones, ante un salón de actos repleto,  valió por muchos ensayos, esquelas y verborreas que sólo aspiran al recuerdo o al olvido perversos .¿Actúa desde el rencor quien pide reconocimiento público para un familiar olvidado? ¿Honra menos a sus muertos quien los recuerda en silencio?  Para abordar el pasado todo es lícito, salvo mentir y odiar.