Diario de León

EL OJO PÚBLICO

Condición de matón

Publicado por
ROBERTO BLANCO VALDÉS
León

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SI LA DESGRACIA que no ocurrió el pasado fin de semana por pura buena suerte se hubiera producido, España viviría ahora en un infierno de acusaciones de traición entre el PSOE y el PP. No sólo habría dos hombres muertos y dos familias destrozadas, las de los policías que los proeterras intentaron quemar vivos en el casco viejo de Bilbao, sino que todos estaríamos, además, estupefactos ante el resultado final de un proceso que habría acabado produciendo el efecto contrario al perseguido. Por eso el aviso de estos días, que podría volver a repetirse en cualquier momento en el País Vasco o en Navarra, no debería caer en saco roto. Para que nadie albergue dudas al respecto Otegi ha dicho ya que mientras el Gobierno no ponga fin a lo que él llama las «agresiones judiciales» no se acabarán los atentados de los encapuchados. Batasuna está, pues, en donde siempre: en el chantaje terrorista y en la creencia alucinada de que en un Estado de derecho los jueces hacen lo que quiere el poder ejecutivo. Este era, sin duda, el mayor riesgo de las negociaciones que han venido manteniendo durante meses los representantes de ETA y de José Luis Rodríguez Zapatero: que, desconociendo el cortísimo margen de maniobra del Gobierno para negociar algo distinto a lo que se resume en la formulación de «paz por presos», ETA tratase de forzarlo del único modo que una banda terrorista puede hacerlo: volviendo a delinquir. Pues bien: ese riesgo ya esta aquí. En ETA deben pensar lo mismo que palmariamente expresan día tras día los de su franquicia política ilegal: que, teniendo voluntad, el Gobierno puede hacer lo que le pete: prometer la autodeterminación, exigir a Francia que ceda Euskadi norte, anexionar Navarra al País Vasco y, por supuesto, parar los procesos judiciales y dictarle a los magistrados sus sentencias. A estos efectos -solo a estos- es poco relevante lo que el Gobierno haya o no podido prometer a los etarras en esas negociaciones de las que parece que hay hasta actas custodiadas en Suiza. Y es que aunque fuera cierto al cien por cien lo que se han cansado en proclamar desde el Gobierno -que nadie ha prometido en su nombre nada a ETA- ello no impediría que un grupo de gente alucinada, cuya ausencia del más elemental sentido de la realidad les ya ha llevado a creer durante años que podrían vencer algún día a un Estado democrático, siga persuadida de que el Gobierno no tiene más límites que los que les marcan sus deseos. Eso ha creído ETA durante muchos años de sí misma: si cree tal cosa del Gobierno -de éste o cualquier otro- bien podría decirse que el célebre proceso ha estado muerto justamente desde el mismo día en que nació.

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