Diario de León

DESDE LA CORTE

La sonrisa de las hienas

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FERNANDO ONEGA
León

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LO CONFIESO: siempre me ha impresionado el testimonio político del diputado socialista Eduardo Madina. Un día le colocaron una bomba, que le amputó una pierna. Desde entonces es un hombre con muletas. A pesar de ese sacrificio, Eduardo propugna una solución dialogada al terrorismo. Pudo haberse encaramado a la tribuna donde se reclama mano dura y nada más. Pudo haberse sumado a los compañeros que propugnan solución policial, sin otra alternativa. Pero cree, desde su autorid ad de víctima, que se puede ensayar otro sistema. Es socialista, cree en el socialismo, sigue la doctrina de su partido, y ayer lo proclamó ante el tribunal: «Ni ETA ni nadie va a cambiar mi compromiso político». En su declaración se contiene la tragedia que acompaña a la mayoría de personas que han sufrido el zarpazo del terror: casi nunca hay una sola víctima en un atentado. También sus familias lo sufren, con resultado de enfermedad o muerte que no cuenta en las estadísticas. El padre de Eduardo sufrió una profunda depresión que consiguió superar. Su madre falleció a los ocho meses del atentado: la mató un infarto, y sólo Dios sabe que ha sido consecuencia de las heridas que el suceso dejó en su corazón. Aquella bomba consiguió lo que Madina dijo ante el tribunal: en su casa «se hizo la noche». Todo esto no está sacado de una novela. Es la historia que ayer mismo recreó ante los jueces un mutilado de ETA. Cuando hablaba, se vieron lágrimas en rostros del público y la prensa. Este cronista se limitó a recordar: hace cuatro días, el sábado, los manifestantes llevaban en Bilbao pancartas con fotos de terroristas en prisión. Su texto era el mismo: equis «días sin ver a sus seres queridos». Así trataban de conmover los corazones aberzales. ¿Cuántos días lleva Eduardo Madina sin ver a su madre? Los radicales vascos no ven a sus presos las veces que quieren; pero les escriben, les llaman y saben que están vivos. Los que han accionado el coche-bomba, los que apretaron una pistola, están vivos. Y se puede negociar su libertad o su prisión atenuada. A la madre de Eduardo Madina sólo se le pueden dejar flores en su sepulcro. Esa es la diferencia entre el criminal y la víctima. Los que intentaron acabar con Eduardo ven poco a sus seres queridos, pero ayer sonreían a las cámaras. Eduardo, mutilado, era espejo de sufrimiento. Los asesinos ríen; sus víctimas conmueven. Y otro detalle que hería el alma: no estaba la AVT, Asociación Víctimas del Terrorismo. Siempre se persona como acusación particular, pero ayer no lo hizo. ¿Será que Eduardo no es una víctima normal? Es posible: es socialista. Sólo le arropaban compañeros de partido. Yo iba a escribir: ¡qué s oledad! Pero rectifico: ¡qué miseria!

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