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León

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León le despidió como desp ide a los que dejan huella, con calor y lágrimas disimuladas. Y sin embargo Jorge no era poeta, ni intelectual consagrado, ni político en ejercicio. Jorge era médico vocacional. No sabría decir cuándo empecé a asociar su nombre con una imagen concreta. Era como si nos conociéramos de toda la vida. Intentando precisar, tal vez nos viéramos por primera vez en uno de esos paseos arriba-abajo de Ordoño ll que solíamos hacer los adolescentes de principios de los 70. Él, con su panda de Jesuitas; yo con la mía de Teresianas. También le identifico con San Isidro, cuando la nieve era un edén de blanco salvaje y el silencio, el compañero de la sierra, sólo intermitentemente apagado por las voces de un puñado de esquiadores-montañeros y del chasquido cojitranco de la primitiva percha de Salencias que alguien bautizó como el teleburra y que se desfondaba cada tres o cuatro subidas. Jorge era en ese tiempo un adolescente alto, de aspecto aplomado y bien parecido, con el que apenas crucé poco mas de cuatro palabras. Coincidíamos en muchos sitios porque León era pequeño, pero sólo eso: una cara invariablemente familiar que siempre me fue grata. Llegó la Universidad, estudiamos fuera de León, pero seguimos reconociéndonos en vacaciones. Por aquella época yo pasé una temporada importante fuera de España. A mi vuelta, mi hermana se casaba con su mejor amigo y él hacia lo propio con su novia de toda la vida, tambié n médico. Jorge entró así de forma indirecta en mi vida. Lo mejor de aquel León de entonces pervivía en él. Verlo era revivir en la memoria, una juventud que poco a poco se nos escapaba, aquellos años de los montados de ensaladilla del Zúcar o los bígaros de la Solera, los vinos del Burgo Nuevo y del Húmedo, años de baile y del Dimitri. Padre responsable, médico, esquiador, ciclista de rutas empinadas los domingos por la mañana, hace algunos años su sensibilidad de leonés se encontró con la mística de la Semana Santa leonesa y ser cofrade del Cristo de la Redención se convirtió en uno de sus asuntos mas serios. Pero, sin duda, Jorge fue, sobremanera, médico vocacional. Aún hoy tengo impresa y nítida la imagen de Jorge arrodillado sobre el suelo helado de una noche de diciembre, esforzándose en hacer volver en sí a un joven que se encontraba tendido, inerte, sobre el empedrado de la calle Puerta Moneda. La veracidad y generosidad de aquel gesto solidario es la imagen mas íntima que conservo de él. Esto ocurrió hace unos cuatro años, en el cénit de su vida. Nada presagiaba que el destino le obligaría unos años más tarde a cambiar su pijama de médico-cirujano por el de paciente sabedor de primera mano que la batalla a la que había de enfrentarse estaba perdida. Jorge no tenía escapatoria, pero sí alternativas. Y Jorge eligió la mas compleja: con su implacable verdad, se imaginó un maillot de ciclista y se dispuso a pedalear un ultimo ascenso. Perdió el miedo a la muerte y aprendió a vivir la precariedad del presente, la lucha por la vida se convirtió en un arañar minutos, días, tal vez semanas al deterioro físico. Sin traicionar la inteligencia, se fue con su verdad, su juventud y su elegancia. Se fue, como se fueron para nuestra generación, los héroes de la infancia, como se desvanecieron los mitos de la adolescencia. Se fue Jorge y los demás sobrevivimos vacilantes en un mundo trufado de éxitos de plástico y lenguajes de estaca. Yo sólo puedo decir en honor a su hijo y a su inteligente mujer -que lo abandonó todo para convertirse en su sombra durante el fragor de la batalla- que a buen entendedor..., Jorge nos enseñó a vivir de pie. Ana G. Merayo (León). En el borrador de Enseñanzas Mínimas el Gobierno promete terminar con los efectos negativos de la sociedad. Sus promotores han llegado a afirmar que la «Educación para la Ciudadanía» acabará con el botellón y las tribus urbanas. La novedad de la reforma es que, según ellos, parece que se ocupará del botellón y de las tribus urbanas, además de hacer una valoración crítica de los perjuicios sociales, racistas, xenófobos, sexistas y homófonos. Como profesional de la enseñanza pienso que los problemas no se arreglarán, porque esta asignatura no es la panacea ni la varita mágica, aunque de esta manera, exigiendo cursar «Educación para la Ciudadanía», el Gobierno de Zapatero implantará en los colegios de una manera obligatoria, una asignatura que es la excusa para imponer unos principios morales más de acuerdo con los del partido gobernante. Jesús Martínez Madrid (Gerona). 1397124194 José María (León; edición digital).

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