Atascos en el camino a Damasco

DE REPENTE, sin que medie un dato nuevo, el camino de Damasco se ha poblado de jinetes. Y todos tratan de probar -extraña competición- que han sido los primeros en caerse de la burra. Entre ellos está Blair, que, habiendo formado parte del triunvirato de las Azores, acaba de darse cuenta de que la guerra de Irak está relacionada con el conflicto palestino -¡un genio el chico este!-, y de que no se puede ganar la paz sin contar con las naciones vecinas. Aquí ya dijimos eso hace cuatro años. Pero no le vamos a hacer ascos a que el decadente Blair se caiga de la burra y entierre sin honores el hacha de la guerra. Los segundos en caerse de la burra fueron los obispos americanos, que, después de permanecer en silencio durante cuatro años, para inculturarse -supongo- en el Far West, acaban de decir que lo de Irak es un horror, y que tenía razón aquel papa viejo y enfermo que gritaba «¡no a la güerra, no a la güerra!». Ahora van de conversos, con pacifismo redoblado. Pero vamos a negarle a ellos la luz que salvó a Pablo de Tarso. The NewYork Times y The Washington Post también se cayeron de la burra a su manera, y, después de tres años editorializando en la cuerda floja, empiezan a decir hora lo que no quisieron ver cuatro años atrás. Por eso espero que Dios les conserve la vista, y que a nosotros nos libre del papanatismo que nos embarga cuando alguien cita, como si fuese la Biblia, algún diario «made in USA». Y el pueblo americano también se está apeando de la burra, porque, después de pasar cuatro años jaleando una victoria inexistente, acaba de enterarse de que están perdiendo a la vez el crédito y la guerra. Bush y Rumsfeld también están mordiendo polvo en el camino de Damasco. El pobre Rumsfel disfrazado ya de chivo expiatorio. Y el sutilísimo Bush dando a entender que la paz no consiste en ponerse las botas de hiero y pisarle los callos a todo el mundo. Pero de la burra se caen también Polonia, Italia, Japón, la UE y los yuppies mundiales del petróleo y las finanzas, porque, después de hacer planes sobre el saqueo de Irak y su posterior reconstrucción, dicen ahora que las cosas no se hacen así. Nunca hubo tanto atasco en el camino de Damasco. Y todos, ¡Dios me libre!, cayendo de sus burras y partiéndose crisma. Por eso es importante que no nos dejemos engañar. Que recordemos sus nombres y lo que hicieron, y que no les dejemos pronunciar el «esto ya se veía venir» que los pone en el pelotón de los justos. No dejemos que limpien su hoja de servicios a base de decirnos que las guerras caen del cielo y que nadie tiene culpa. Porque son gente que mata por dinero, poder o petróleo.