Diario de León
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SÉGOLÈNE Royal logró esta semana convertirse en la candidata a la República Francesa por el Partido Socialista. La carrera ha sido larga e intensa, más de un año en el ojo del huracán mediático y expuesta a un examen permanente, de la cabeza a los pies, de las ideas a su físico, su edad, su estado civil y, cómo sus capacidades. Su perfil político, obviando que es mujer, se ajusta perfectamente a lo que en Francia se espera de un candidato. Estudió en la ENA, la escuela nacional de administración, por la que han pasado presidentes y primeros ministros. Ha sido ministra en tres ocasiones, de Medio Ambiente y de Servicios Sociales y actualmente es la presidenta de la región de Poitu-Charentes. Pero a muchos de sus detractores les preocupaba sobre todo que una mujer, ignorando su trayectoria, aspirara a ser candidata a la presidencia. La prensa francesa y sus contrincantes en el PS le achacaron «un mal carácter legendario» a la vez que «una gran disponibilidad y accesibilidad» y aunque se quiso valorar como una virtud su «particular feminismo» fue acusada de conservadurismo sexual y «rigidez en temas morales» por atacar el uso obsceno del cuerpo femenino por parte de una firma de cosméticos. Se consideró una contradicción flagrante de su personalidad representar la belleza femenina y ser una «furiosa feminista»: «Con rasgos que parecen arrancados de una obra de Modigliani, en un raro equilibrio entre feminidad extrema y feminismo furioso». El discurso contra esta política de 53 años era tan trasnochado -alguno llegó a preguntar que quién iba a cuidar de los niños- que es muy posible que haya hecho de efecto boomerang para sus adversarios, empeñados en propagarlo. Ya al final de la carrera se trabajó a fondo el supuesto «vacío ideológico» de la candidata y sus dificultades para vencer a los «barones» del PS. Ahora que ha triunfado, Ségolène Royal ya ha sido retratada por la prensa francesa como «una temible adversaria para la derecha».

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