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León

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SIEMPRE ha existido el acoso escolar y la violencia contra el profesorado, pero ahora, además de haberse intensificado,  hablamos de ello. El PP dio ayer a conocer unas acertadas medidas, como una propuesta de ley para reforzar la  autoridad del profesor, o una carta de derechos y deberes del alumno,  pero se equivoca al culpar de todos los males actuales a los  modelos aplicados por «la izquierda, los presuntos progres», pues estamos ante un problema con diversas raíces,   más allá de los partidos, aunque estos  no sean ajenos en cuanto diseñadores de las políticas educativas. Las lágrimas de Oliver Twist son tan viejas como el mundo. Echemos antes un vistazo a nuestra propia sociedad adulta. ¿No es también cada vez más agresiva la actividad política, ya no sólo con los rivales, sino entre los propios  compañeros? ¿No triunfa un periodismo  violento y faltoso? Por no hablar de la desaparición de la televisión como entretenimiento familiar, o  del culto a la  belleza física y al éxito rápido. Independientemente de que la adolescencia sea un viaje iniciático hacia la madurez, de que a unos les desvía el oleaje más que a otros, incluso que a veces es necesario naufragar para llegar a tierra  firme, lo cierto es que vivimos en una sociedad poco ejemplar para nuestros hijos. Lo he escrito otras veces: no conozco otra forma de aprender que estudiando, y fue un error subestimar la importancia de la memorización. Te educas y te educan.  Nos quejamos del tuteo de los chavales, pero a mí me asombra más que en entrevistas no se le hable de usted al  alcalde. Reeduquémonos,  pero todos. Quizá tengamos que desempolvar viejas palabras, como humildad, respeto, tesón...

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