Diario de León
Publicado por
ANXO GUERREIRO
León

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LA PASADA semana falleció Milton Friedman, uno de los más influyentes economistas del pasado siglo. Su figura y su pensamiento, objeto de las más duras controversias, son inseparables de la deriva neoliberal del capitalismo moderno y de sus devastadoras consecuencias económicas y sociales. Después de la segunda guerra mundial, el capitalismo vivió treinta años de crecimiento regular en un clima de estabilidad sorprendente y de progreso social constante. Ello se debió a que fueron respetadas las tres grandes regulaciones que existían en todos los países desarrollados. La de Kaynes (utilización de las finanzas públicas para amortigüar las oscilaciones del sistema). La de Beveridge (asegurar la protección social). Y la de Henry Ford (salarios elevados para garantizar el consumo). El resultado fue un cuarto de siglo de crecimiento más o menos lineal. Entonces se produjo un acontecimiento intelectual inaudito. Un grupo de profesores de Chicago, encabezados por Friedman, elaboró una nueva doctrina según la cual el mundo, tras milenios de pobreza, era por fin rico. Según Friedman, ello se debía a que se había inventado un motor eficaz, el capitalismo y la libre empresa, y un potente carburante, el beneficio. Y cuanto más beneficio se consiguiese, mayores serían los logros del sistema. Librémonos entonces de los impuestos, de los obstáculos que para el mercado representan los servicios públicos y la Seguridad Social, y de las múltiples reglas que limitan el beneficio acumulable de las empresas. Sea cual sea la actividad en cuestión, el equilibrio alcanzado por el mercado es el mejor posible y cualquier intervención pública sólo puede deteriorarlo. Ese era el núcleo duro del discurso de Friedman. Esta filosofía simplista, que aboga por el afán de ganancias, la reducción de impuestos y la disminución de la influencia del Estado, logró la adhesión de los patronos de la economía y las finanzas en un tiempo récord. Posteriormente las fuerzas políticas, los Gobiernos y las más diversas instituciones se sumaron masivamente a esta doctrina en Norteamérica, Europa, Japón y los dragones asiáticos. Treinta años después, las tres grandes regulaciones han desaparecido, los ricos se han enriquecido todavía más, las desigualdades se han ahondado profundamente tanto entre el Norte y el Sur como en el interior de todos nuestros países, la pobreza masiva ha reaparecido en los países desarrollados, la protección social se erosiona en todas partes, los servicios públicos están amenazados, el sistema se ha vuelto inestable y ha registrado seis grandes crisis financieras en quince años, todas ellas, hasta el momento, contenidas en el marco regional, y elagotamiento de los recursos y la contaminaciónprogresan inexorablemente. Tal es el terrible legado de Milton Friedman.

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