Diario de León

DESDE LA CORTE

La víctima número 64

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FERNANDO ÓNEGA
León

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AYER fue asesinada otra mujer. Era una anciana de 82 años. Su marido, de 88, la mató y después intentó suicidarse. Es un homicidio que podríamos calificar de «ya visto»: una señora enferma a quien su marido quizá quiso dejar de verla sufrir. Pero, ¿qué importa la intención del hombre que empuñó el arma? Si me he permitido asomarme a ella, es para mostrar que la casuística de esta violencia es infinita: desde el crimen pasional a la compasión, pasando por las repetidas historias de infidelidad y celos. Lo trascendente es que esa mujer de Segorbe (Castellón) hizo el número 64 de las víctimas de la violencia familiar en este 2.006. La crueldad continúa. Su crónica se hace interminable. Ya dan igual las palabras, pero podemos insistir en el tópico de que estamos ante una auténtica epidemia. Desde los sucesivos gobiernos se ha intentado todo. Se usó ese argumento en las elecciones, con promesas de eficacia imposibles de cumplir. Se ha situado en las prioridades de cada gabinete. Se ha aprobado una ley que se presentó como la gran solución, con el respaldo de todas las fuerzas políticas. Se han destinado medios judiciales y policiales. Se ha invitado a las mujeres acosadas a presentar denuncia, y un 70 por ciento de las asesinadas no la habían presentado. Al final del recorrido, sólo queda la decepción de ver superado el número de muertes del año pasado. También en este penoso capítulo se cumple el viejo principio jurídico: donde hay un criminal dispuesto a matar, se puede cometer un crimen. Y este año hubo 64. Esa es la cifra de la vergüenza, a pesar de que 35.000 mujeres tienen orden de protección y 5.000 viven con brazaletes de teleasistencia. ¿Puede darse una situación más terrible? Sí, puede. La vicepresidenta Fernández de la Vega nos asombró ayer con el dato de que dos millones de mujeres españolas sufren la llamada «violencia de género». Supongo que en esa cifra se reúne toda la casuística: simples acosos, presiones psicológicas, agresiones verbales, amenazas y violencia física. ¿Qué tipo de convivencia hay en los hogares? ¿En qué tipo de infierno se han convertido tantas parejas? ¿Cómo es posible que tanta mujer no tenga todavía fuerzas para huir, independizarse, o simplemente denunciar? Hay un mundo tenebroso de miedos, donde lo peor, como decía aquel político, es el miedo al miedo mismo. Hoy se intenta otra solución: concienciar a la sociedad. El Consejo de Ministros pone en marcha una campaña en que se gastarán 1,9 millones de euros: algo menos de un euro por mujer amenazada. A la vista de los hechos, yo sólo sé pedir que Dios haya inspirado a los autores. Porque resolver esto a base de normas jurídicas no ha servido para detener un solo puñal.

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