Diario de León

EL OJO PÚBLICO

Guerra, paz y libertad

Publicado por
ROBERTO BLANCO VALDÉS
León

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HABRÍA SIDO SUFICIENTE con que el llamado proceso de paz se hubiera denominado proceso por la libertad para que muchos de los peligrosos equívocos sobre los que el mismo se ha montado no hubieran podido funcionar. La paz es lo contrario de la guerra, y la guerra exige inexcusablemente que existan dos partes combatientes. Esa ha sido, de hecho, la tesis que han sostenido sin fisuras los etarras y sus amigos y aliados: que desde que ETA apareció se ha librado en Euskadi una guerra entre vascos y españoles que sólo podría resolverse cuando los segundos reconociesen las libertades nacionales que les habían arrebatado a los primeros. Las diferentes posturas mantenidas frente a la interpretación utilizada por ETA para justificar sus acciones criminales ha sido, en realidad, lo que ha diferenciado a los partidos españoles democráticos en todo el tiempo transcurrido desde que los terroristas empezaron a matar. Las dos grandes fuerzas estatales (primero el PSOE y UCD y luego el PSOE y el PP) creyeron siempre que el único problema político de Euskadi era el originado por unos terroristas que pretendían imponer la independencia a punta de pistola. Frente a estos, todos los nacionalistas, aunque con matices diferentes, han aceptado la tesis de que el terrorismo no desaparecería mientras no se negociase con ETA la resolución del conflicto que, según ellos, explicaba la existencia de la banda. El caso de los comunistas ha sido peculiar: el Partido Comunista de España defendió siempre con convicción la primera posición, mientras IU ha transitado hacia la segunda hasta llegar al esperpento de Madrazo, su líder en Euskadi. El realiniamiento de posiciones que hoy en día es bien visible -por un lado el Partido Socialista, Izquierda Unida y todos los nacionalistas y por el otro el Partido Popular prácticamente en solitario- habría sido gran un éxito de Rodríguez Zapatero, si el líder socialista hubiera atraído a sus actuales aliados hacia la posición tradicional de su partido. Pero, como todo el mundo sabe, en realidad ha ocurrido lo contrario: que la actual dirigencia socialista ha girado de un modo radical y asume ahora, implícitamente, lo que jamás había admitido el partido que Felipe González lideró. Esa, y no otra, es la razón por la que José Luis Rodríguez Zapatero, Patxi López o María Teresa Fernández de la Vega hablan de paz: porque no les queda otro remedio, una vez que han aceptado que la desaparición de ETA exige pactar con Batasuna un nuevo estatus político para Euskadi y, al parecer, para Navarra. Es posible, en efecto, que a eso se le puede llamar paz, aunque es seguro que para evitar precisamente ese final hemos luchado durante muchos años contra ETA y Batasuna.

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