PANORAMA
Bálsamo a raudales
EL PAPA volvió a Roma desde Turquía con el certificado concedido por los medios y los observadores más imparciales sobre la clásica misión cumplida. No ha habido incidentes de ninguna clase, el Gobierno turco hizo sus deberes de seguridad y, aunque in extremis, supo no cometer el error imperdonable de no arreglar un encuentro del Pontífice con el primer ministro Erdogan, un islamista moderado, obligado por imperativos de cortesía diplomática elemental a ver a Benedicto XVI. El Papa, es sabido, se corrigió respecto a unas declaraciones suyas en las que no era favorable a la entrada de Turquía en la UE, que en Ankara los medios nacionalistas perciben como un oficioso club cristiano, olvidando que Roma fracasó en su tenaz intento de que la Constitución europea incorporara un reconocimiento a la tradición cristiana del continente y el origen igualmente cristiano de sus primeros esbozos de unidad. Bien leído, lo que el Papa ha dicho ahora no es exactamente que el Vaticano apoya el ingreso, sino la integración, que es como un punto menos y podría adoptar alguna fórmula alternativa a la entrada y, en todo caso, bajo los criterios fundacionales, entre los que la democracia y la completa libertad confesional son básicos. Pero fue suficiente y el gobierno turco se da por satisfecho. En el terreno puramente práctico no hay, porque no podía haber, nada espectacular, pero no hay duda alguna de que la visita rompió un tabú, representa una gran aportación al diálogo interreligioso e intercultural en estos difíciles días y excedió con mucho la discreta descripción que el propio Papa hizo de su viaje al calificarlo de pastoral y no político. Técnicamente lo era, pero de hecho ha sido una contribución balsámica impagable.