Diario de León
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ASSUMPTA ROURA
León

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EN MI opinión, la traducción más oportuna de Govern d' Entesa, como se ha rebautizado el renovado tripartito catalán, es gobierno de complicidades o de fusión de intereses. Lo que resulte ser en un futuro más o menos próximo está por ver, aunque lo que importa hoy es la figura del nuevo president, José Montilla. Sobre él recaen dos aspectos determinantes para vislumbrar qué puede ser de Cataluña a partir de ahora: de una parte el simbólico y de la otra la administración práctica de lo político. En el terreno de lo simbólico, que haya alcanzado el máximo poder en la Generalitat un inmigrante nacido en Córdoba, representa una ruptura absoluta con la forma con la que hasta el momento Cataluña se representaba a sí misma hacia adentro y hacia el exterior. La unidad de destino pretendida por una clase dirigente organizada en torno a las familias tradicionales de la alta burguesía con la inclusión de algunos secundarios, hijos de unas clases medias o bajas, pero siempre catalanas, que en su momento valoraron la importancia de unos estudios universitarios, no había cambiado en nada la fuerza de ese poder dirigente. Su ideario nacionalista con rango de dogma de fe, aún con sus diferencias, ha impregnado de tal manera a la mayoría de la población que debería ser un punto de partida importante para valorar la amplia abstención de parte de la izquierda socialista: más allá de la abstención como indiferencia o castigo hacia la clase política hay que contabilizar, en esta ocasión, una abstención -que en círculos privados se ha manifestado abiertamente-, por desprecio hacia quién se considera falto de cuota suficiente de sangre catalana. Mal que nos pese a algunos, esto es así. Además, la irracional reacción de CIU y de sus militantes, junto con una parte de los votantes de ERC, declarando ilegal, política y moralmente, al nuevo gobierno, acusándolo sistemáticamente de obligar a Cataluña a prescindir de su alma nacionalista o recriminando al mismo Montilla su pésimo conocimiento de la lengua catalana, son apuntes imprescindibles para valorar lo ocurrido. Por ello, en estos momentos previos a lo que habrá de ser la gestión inmediata, conviene tener en cuenta el esfuerzo realizado, dadas las circunstancias, por ERC que ha tenido que tragar lo suyo para contribuir a que la ruptura con la tradición fuera posible. Bastó con ver algunos rictus en muchos rostros, en el momento en que entraron, la mañana de la investidura de Montilla como president, dos ancianos, que en su día llegaron de ese sur que Cataluña aceptó a cambio de que no se entrometieran en asuntos de cierto alcance y que, discretos y respetuosos, fueron objetivo de las cámaras al ser los padres del protagonista. Si en lo simbólico Cataluña ha entrado de pleno en la normalidad del siglo XXI, en el terreno práctico ha quedado claro que nadie se saltará las reglas que configuran la manera como entiende el hecho de gobernar el nuevo Honorable. Montilla. Él mismo dio el aviso: hemos tenido una segunda oportunidad. Una tercera no la tendremos.

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