EL BALCÓN DEL PUEBLO
Una señora mayor y enferma
LA CAÍDA DE una segunda gárgola de la Catedral ha desatado todas las alarmas. Y, sin embargo, no debería constituir una sorpresa. Era un acontecimiento anunciado. Casi idéntico al protagonizado por el arquitecto Torbado y el obispo Almarcha. El prelado pidió al técnico que inspeccionase con urgencia una iglesia en mal estado en no sé qué pueblo. Al día siguiente el arquitecto Torbado le dijo al obispo: «No se peocupe; la espadaña de esa iglesia no se cae». Y el obispo Almarcha, que era hombre retranqueado, le respondió: «Tiene usted razón; no se cae, ya se ha caído». El desprendimiento de las dos gárgolas, digo, era un acontecimiento anunciado. Nuestra Catedral es como una señora mayor y enferma desde su nacimiento. Lleva siete siglos en obras y reparaciones. Salvo que me corrija algún canónigo, en el siglo XIX la Catedral sufrió los mayores desprendimientos y también se llevaron a cabo las mayores obras de reparación. Y el siglo XX ha sido demoledor para esta vieja achacosa. Los más antiguos del lugar recuerdan todavía los restos de las figuras escultóricas, actualmente desaparecidos o con imagen de toro mocho, en la fachada porincipal del templo. Hace pocos años hemos sabido, por especialistas alemanes traídos a León por Luis García Zurdo, que el azufre contenido en el carbón para calefacciones, había acelerado más el mal de la piedra durante el siglo XX que la intemperie de heladas y carámbanos durante los seis siglos anteriores. Es perfectamente visible cómo la ligera y casi soluble piedra de Boñar se deteriora constantemente, en especial en los elementos más escultóricos y externos. En definitiva: buena parte de las figuras están condenadas a morir de vértigo, igual que las dos gárgolas caídas durante la última semana. El mal de la piedra está muy avanzado. Por eso es imprescindible que exista un taller permanente de restauración y reparación de la fábrica de la Catedral. Una escuela/taller que, además de formar a los especialistas, tiene que estar dotado con generosidad. Pero también todas las instituciones implicadas, desde el Cabildo al Gobierno de la nación, pasando por el Ayuntamiento y la Junta de Castilla y León, tienen que ponerse de acuerdo en decisiones fundamentales. La Catedral es un templo católico. El primer templo provincial. Pero a la vez está declarado monumento nacional, y por ende, no puede ser administrado por el Cabildo como que fuese una propiedad privada, a la que no contribuyen para su mantenimiento. La decisión más peliaguda a la que tienen que enfrentarse esas instancias es si debe comenzar a sustituir las piezas más dañadas por reproducciones sin esperar a que se caigan o deaparezcan. Hay opiniones que sostienen que mientras la piedra original esté en su sitio no debe sustituirse por ninguna copia. Esa postura conlleva esperar al deterioro inexorable de los elementos más débiles. Esperamos que el ruido que se ha montado en esta ocasión no acabe, como en otras anteriores, en mera propaganda, sino que dé lugar a propuestas serias de especialistas y, a continuación, a compromisos, también serios, de las instituciones. Lo que no puede ocurrir es que la Catedral sea excusa para protagonismos o debates preelectorales. Esa película ya la hemos visto otras veces.