Laudino

NO LES SABRÍA DECIR si Laudino García ha sido o no un buen alcalde. Es de suponer que en 28 años habrá tenido ocasión de ser bueno, regular e incluso malo, que tiempo para ello ha tenido. Lo cierto es que casi tres décadas lleva gobernando Igüeña este ciudadano orondo al que, por llevar la contraria, el matrimonio ha conseguido adelgazar y que es, con Andrés Domínguez, de Puente de Domingo Flórez, el único alcalde berciano que ha sobrevivido a todas las consultas electorales democráticas desde aquel lejano 1979 en el que todos, también Laudino, éramos más jóvenes. Siete citas a las urnas, primero con el PCE, del que fue expulsado, y después con el PSOE, en el que de momento aguanta, en las que no ha tenido rival en ese municipio minero que a duras penas ha conseguido sobrevivir a la sangría de la reconversión. Tampoco sé si sigue presidiendo su despacho de alcalde aquel retrato de Carlos Marx bajo el que Vázquez Montalbán escribió hace siglos una columna herida por la visita que Laudino le había organizado a los cielos abiertos de la zona, antes de probar unos pimientos asados que luego recomendó a Pepe Carvalho. El caso es que ahora ha dicho que no vuelve a presentarse a alcalde de su pueblo aunque, como buen animal (animal político, me refiero), no descarta otras ocupaciones. No soy yo muy partidario de tan largas travesías en la vida pública aunque, puesto a buscar excepciones, tomaría la de Laudino como la que confirma la regla. ¿Qué por qué? Básicamente por la muy objetiva razón de que el paisano me cae bien y como nos debe una comida en Colinas del Campo desde que abandonó la soltería, mejor que se quede por aquí enredando no vaya a ser que, sin ocupación, se largue a la Pampa sin cumplir su palabra.