Cerrar
Publicado por
PACO SÁNCHEZ
León

Creado:

Actualizado:

ACABO de cruzarme con una niña malvestida en medio del frío y de la lluvia. No es la primera vez ni la centésima. Me producen siempre el mismo efecto: una tristeza espesa, invasiva, difícil de disolver. Pienso en sus madres, pienso en quien nos ha llenado la ciudad de chicas en calzoncillos, pienso en sus profesores y profesoras, en lo que le habrán enseñando, pero sobre todo pienso en ellas: qué espíritu machista las ha engañado tan pronto para que se desvistan así, pese al frío. La que acabo de cruzarme, probablemente, no ha cumplido aún los doce años. A lo mejor resulta que esa ropa es la que le ofrecen en las tiendas para quinceañeras o la que le recomiendan las revistas para adolescentes o la que ve en las series que sigue por televisión, y piensa que tiene que vestirse así, papando frío en la barriga. No me resisto a transcribir el diagnóstico de un sociólogo muy reconocido, nada religioso y poco amigo de planteamientos conservadores, puesto que procede de la izquierda más clásica. Dice a propósito del fenómeno de la explotación sexual de los niños que nos avergüenza cada día más: «Hablamos de millones de niños. Es obvio que un fenómeno así no se produce sin la complicidad de la policía y de las autoridades de muchos países o sin la indiferencia de muchas instituciones o de nosotros mismos. Y esto va muy lejos, por ejemplo al increíble desarrollo de concursos de belleza para niñas, al estímulo de modas «Lolita» y a mil mecanismos que han llevado a la explotación sexual de una niñez cuya inocencia se utiliza como atracción perversa de depredadores sexuales en obra, palabra o pensamiento». Manuel Castells habla de complicidad y de indiferencia. Y no quiero que mi nombre figure bajo ninguno de esos dos conceptos.

Cargando contenidos...