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Publicado por
ENRIQUE VÁZQUEZ
León

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MIENTRAS una riada de resúmenes críticos, por decirlo moderadamente, inunda el nombre y el recuerdo de Pinochet, el gobierno norteamericano ha optado por mantener las formas con quien fue socio diligente -y sin escrúpulos- y una útil herramienta en la lucha contra la izquierda marxista en Latinoamérica. Tony Fratto, un desconocido semi-portavoz que debía estar de guardia en los servicios de Tony Snow el domingo en la Casa Blanca, dijo esto: «Nuestros pensamientos están hoy con las víctimas de su régimen y sus familias». Y punto¿ Es seguro que los norteamericanos habrían preferido otro sistema de derrotar a Salvador Allende y al eje Santiago-La Habana esbozado tras la apoteósica visita que hizo a Chile Fidel Castro (y que, entre paréntesis, amigos de Allende juzgaron en su día imprudente). Pero no se veía un camino alternativo, los militares no quisieron esperar a las elecciones y el equipo de Henry Kissinger asumió la situación y brindó discreta, pero eficaz, cobertura diplomática al nuevo régimen. De bien nacido es ser agradecido, quiere el refrán castellano, y en nombre de esa misteriosa memoria del Estado tan utilizada, el gobierno Bush ha optado por no olvidar los servicios prestados en su día y por la fórmula correcta y piadosa de recordar hoy a las víctimas y sus familias. Hay una anécdota muy contada que se atribuye generalmente al secretario de Estado Foster Dulles, quien se mostró de acuerdo con la baja catadura del dictador nicaragüense Anastasio (Tacho) Somoza, antes de decir: «sí, es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta». Y eso fue también, más tarde, el general Pinochet. Un peón de mala nota que, además, resultó corrupto, mentirosillo y ladrón. Pero fue nuestro corrupto...