Diario de León

LA TORRE VIGÍA

Europa en la ITV

Publicado por
XOSÉ LUÍS BARREIRO RIVAS
León

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CUANDO se vive en una casa muy confortable, con una familia excelente y un jardín lleno de pajaritos, se corre el peligro de olvidar que una parte de ese confort depende de la maquinaria que produce y distribuye la calefacción, de los impactos ecológicos negativos que genera la energía, de los desagües fecales y de las redes de alcantarillado, del paso de los camiones que recogen las basura y de los vertederos y plantas en los que se trata, de los transportes urbanos, del alumbrado público y del asfaltado de calles. Y por eso sucede a veces que, aunque la casa se mantenga impecable en términos aparentes, se puede producir un colapso del sistema que nos la deja completamente inservible. Y algo parecido les puede pasar a Galicia y a España. Porque siendo países tan confortables y sólidos, en los que se hace compatible el hecho de comer a diario con el hábito de barrenar todo el día sobre cosas abstrusas o, simplemente, intrascendentes, no están exentos del peligro de colapsar por falta de atención a servicios que casi no se ven, pero que son esenciales para la habitabilidad de la casa. Si Europa no funciona, por ejemplo, nuestra riqueza se va al garete, y todo nuestro prestigio internacional -avalado por nuestra condición de miembro de la gran potencia europea- se vendría abajo como un castillo de naipes. Por eso suena a gloria que la próxima presidencia de la UE, que le toca por turno a la Alemania de Angela Merkel, se inicie con una reunión convocada en Madrid para analizar el futuro constitucional de Europa y para que, mediante la redacción de un nuevo tratado o Constitución, ya se verá, se sienten las bases operativas para un espacio político formado por 27 soberanías voluntariamente integradas que, siendo tan dispares en sus dimensiones y posibilidades, intentan vivir y progresar juntas y en un ambiente de paz y creciente concordia. Lo que sucedió hace tres semanas, cuando Polonia bloqueó un plan energético conjunto para arreglar una diferencia particular con el mercado ruso, constituye un ejemplo del grave peligro que corremos si, olvidando los arreglos estructurales del sistema, seguimos cada cual en su piso, mirándonos al ombligo y creyendo que no dependemos de nada ni de nadie. También sería un error seguir picando en los anzuelos de gente que juega a ganancias de corto plazo -como hicieron Blair y Aznar durante la guerra de Irak- a costa de debilitar la casa conjunta que nos garantiza el futuro. Por eso coincido con Merkel en que ha llegado la hora de reencontrarse con la Constitución y, aunque ella no lo dijo, con la Europa de dos velocidades: el que quiera que siga y el que no, que se quede con su ombligo y con su suerte.

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