Obligados a recuperarla

NOS insistían mucho nuestros antepasados en eso. Conviene no olvidar la historia para no repetirla, decían. Y aunque sólo sea por el respeto que les debemos, tendremos que tener presente esta idea. Conviene no olvidar lo ocurrido, tanto como interesa reparar los daños que pudiesen haberse producido. Pero recuperar esa historia, recuperar la memoria histórica no es tarea fácil. Porque, o se hace desde el más absoluto respeto, desde la comprensión y desde la tolerancia, o puede resultar un auténtico fiasco, que es algo que muy bien pudiera ocurrirnos, pese a los tiempos que vivimos. Porque resulta difícil de entender cómo después de haber alcanzado la mayoría de edad democrática, después de haber vivido lo que vivimos y sufrido lo que sufrimos, todavía hoy cuando hablamos de recuperar nuestra memoria histórica haya un amplio sector de la sociedad a la que le entre el pánico. Resulta tan desalentador como comprobar que otro sector no duda en sacar a relucir todas las miserias, desdichas y roñoserías desde la Edad Media, como disculpa para que no se produzca esa revisión. ¿Hay alguien en este país que no quiera que se haga justicia? ¿Alguien que acepte que en las cunetas de nuestras carreteras queden aún restos de españoles que combatieron, da igual el bando, creyendo que lo hacían por el bien del país? ¿Queda alguien que quiera que se mantengan las injusticias e irregularidades de los consejos sumarísimos? ¿Y que sigamos negando la evidencia? Estamos obligados a recuperar nuestra memoria histórica. Para hacer justicia. No para pasar factura. Para recordar lo que hicimos. No para ser revanchistas. Y sólo existe una forma de hacerlo. Desde el respeto, la comprensión y la tolerancia. Nunca desde la confrontación o el odio. Solo así seremos capaces de no repetir esa historia.