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CÉSAR A. DE LOS RÍOS
León

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LA TRANSICIÓN democrática trajo el olvido. Sobre el pasado inmediato, sobre la Guerra Civil y sobre la II República. Hubo un gran acuerdo tácito de todas las formaciones políticas y organizaciones civiles en torno al enterramiento de los hechos que habían lle vado a los españoles a confrontaciones violentas. Amnistía significa olvido y, como tal, fue proclamada institucionalmente para comenzar la era democrática.. Hubo, por tanto, una aceptación colectiva y fructuosa del olvido. Fue el gran triunfo de la transición. Al PSOE, como partido que aspiraba al poder, le interesaba el olvido en la medida que necesitaba ocultar su ausencia como partido de la oposición y le interesaba el olvido en relación con la II República y la Guerra Civil en la medida que trataba de presentarse ante el electorado como una variante más de la respetable solcialdemocracia europea. Pero ¿cómo hacer esta compatible con la reivindicación de Largo Caballero o de Negrín?. La dirección socialista fue muy cauta a la hora de elegir iconos históricos. Ha sido Zapatero el que ha querido terminar con los olvidos y volver a la memoria desenterrando cadáveres y motivos para la confrontación. Ya en el poder, necesita nuevas razones ideológicas para diferenciarse de la derecha. ¿Qué mejor que la Guerra Civil? ¿Qué más eficaz el rencor aun cuando ya sea «histórico»? En la nueva relación de fuerzas aparece como necesario para la izquierda el salto a una segunda Transición asentada en las bases que pueda proporcionar una «memoria histórica» seleccionada y medida en los tiempos. Una vez instalados en el poder los socialistas piensan que no necesitan ya demostrar que lucharon por las libertades durante el franquismo; ahora les basta con demostrar que el PP es el heredero de la dictadura y, de las persecuciones y condenas a militantes antifranquistas. Por supuesto, con estas acotaciones temporales y con el supuesto de esta vinculación entre un partido democrático y la lejana dictadura, a Zapatero le resulta suficiente para descalificación radical del PP como alternativa y como protagonista en el juego partidario. Con la Ley defendida por el grupo socialista, la «memoria histórica» queda acotada al periodo del franquismo mientras se mantiene el silencio sobre la II República, es decir sobre las causas que provocaron la confrontación armada: desde las quemas de conventos, los asesinatos de religiosos, el ensayo revolucionario del 34 con sus consecuencias traumáticas, los atropellos electorales y la eliminación de líderes como Calvo Sotelo. Al levantar el velo sobre las responsabilidades del franquismo en relación con la conculcación de los Derechos Humanos ¿cómo pasar por alto la ausencia del PSOE a lo largo de casi cuatro décadas? Los que hicimos la oposición a la dictadura no tuvimos nunca a nuestro lado a quienes se levantaron con el santo y la limosna, ya en la democracia.