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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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HA CUMPLIDO cien años y un roble está tan fuerte como él. U n siglo de v ida y de vida escrita, las dos muy bien. ¿Cómo puede un poeta conmemorar personalmente su centenario? Quizá se trate de una venganza por tantos otros que murieron en plena juventud y dejaron un cadáver de buen aspecto . Victoriano brindó con Gamoneda y con Antonio Pereira y no es improbable que les dijera, a la segunda o tercera copa: - Cuidado, que a nuestras edades no se pueden hacer estas cosas . Tiene Victoriano Crémer veintitantos años menos que su partida de nacimiento. Es del linaje fisiológico de Francisco Ayala y el tiempo pasa por él de puntillas, como disculpándose y procurando hacer el menor ruido posible con los eslabones de su cadena. ¿Cuánto ha transcurrido desde aquellas conversaciones con un jovencísimo y docto Fernando Suárez en el Café Bambú? ¿Cuánto desde aquellas comidas con Manolo El Pollero ? ¿Cuánto desde que estuvo, como Quevedo, en la cárcel de San Marcos? Una vida larga, difícil y gloriosa. Supo desde siempre que lo más arduo que puede hacer un ser humano es sobreponerse y además lo hizo con alegría. Le recuerdo en un homenaje que le hicimos a Antonio Machado, cuando eso se llevaba menos, y recuerdo algunos de sus versos, que en esta tesitura de la vida española cobran misteriosa vigencia: «Nadie vuelva a lo muerto, todo es futuro vivo» , demandaba el poeta. «Así del fondo salen los sucios posos, si les bate el recuerdo» . Dispuesto a seguir viendo la flor que abre su sencil l a hermosura en la tarde, ahí tenemos a Victoriano Crémer. ¡Qué disgusto se va a llevar cuando los demás nos vayamos muriendo! Él ha detenido la mano de nieve. O quizá sea que se haya fundido al acercarse dispuesta a tocarle en el hombro.

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